
El objeto de deseo de la militancia.
HACE BIEN doña Bescansa en desear un censo electoral por debajo de los 45, porque Podemos es el Toys ‘R’ Us de la democracia española, el bazar de maravillas donde nuestros tardoadolescentes se inician en el juego político. Lo que no esperábamos es que el PSOE, a sus 137 años, acabara en manos de un niño alto que se encierra con llave en el cuarto de los juguetes de la calle Ferraz.
Infante, del latín, significa el que no habla. El que es incapaz de articular un proyecto político. De explicar que una cara abstención ante un PP en minoría no entraña rendición, sino control, influencia positiva mientras el desgarro cicatriza en la oposición. Rajoy preferiría que Sánchez le aguantase hasta diciembre al frente de un partido mutilado para meterle 100 escaños de ventaja. Pero a los nenes que siguen el espectáculo -con su lógica forofa- la abstención se les antoja una sutileza incomprensible y tétrica: ellos practican el sí para los amigos y el no para los enemigos, y demandan de sus jefes de pandilla una rotundidad correlativa. A esta terca prolongación de la niñez se la conoce como militancia, y a ella se acoge el niño alto de Ferraz para que no le quiten el juguete, aunque el juguete pida a gritos pilas nuevas y ruedas de recambio.