
«Con dinero y sin dinero, hago sieeempre lo que quiero…»
De Rajoy dicen algunos lo mismo que de las meigas: haberlo, haylo. Otros -quizá por darse importancia- afirman que lo vieron una vez, y juran que se movía como un hombre, y que hablaba un idioma muy parecido al castellano. Los más audaces sentencian que en realidad no existió nunca, y que convendría dar crédito de charlatanes a los visionarios que lo han situado últimamente en la China popular.
A mi juicio de aficionado a la marianología, que es una rama de la ufología, lo más probable es que Mariano Rajoy sea una criatura de Cunqueiro, para quien el gallego era un pueblo ahistórico que no guarda memoria de los hechos sino de las leyendas, razón de su rica tradición oral. A los gallegos, sostenía, les aburre la historia y en cuanto pueden la sustituyen por la fantasía, por no hablar de lo que hacen con las promesas electorales. Don Mariano, como el sochantre de Cunqueiro, cuenta con que nada de lo que haga o diga será entendido exactamente como sucedió, sino fabulado por cronistas hiperbólicos, debatido por hechiceros de tertulia y más pronto que tarde condenado al lluvioso olvido. Por eso ni se afana en conferir verosimilitud a sus compromisos.