
Conduce su periodismo igual que su coche: sin cinturón de seguridad. Pero es tan menuda que está exenta de abrochárselo, como en cierta ocasión le explicó pacientemente a un agente de tráfico. Pilar Urbano (Valencia, 1940) merece la atribución de maestra del oficio porque no da lecciones de periodismo sino que lo sigue ejerciendo, libro tras libro. Ni la edad ni la fama logran retirarla de la pasión por la actualidad, de la documentación laboriosa, de la escritura ágil como su mente, de la narración trepidante, de la independencia probada. Se ha sumergido durante años en el procés, ha entrevistado a todos sus protagonistas y ha emergido con El alzamiento (editorial Planeta), porque pensó que no se había contado todo de la última sedición catalana. Y, sobre todo, no se había contado cómo cuenta las cosas la Urbano…
El título tiene una resonancia franquista que no parece casual: ambos alzamientos se justificaron por razones nacionales.
Yo tenía once folios con títulos, se me ocurren muchos. El editor me dijo: «Me gustaría uno que fuese como una piedra». Como un pedrada. Y se me ocurrió El alzamiento y le encantó. Pero no es mío sino de la sentencia, donde se alude a ese término 47 veces, mientras que «ensoñación» sólo se dice una vez. Y la gente se quedó con ensoñación.