Para escribir el mejor libro de su vida, aunque sea la vida de otro, Arcadi Espada ha tenido que inventarse un género, la biografía autobiográfica o la autobiografía biografiada, sin desviarse de su única militancia conocida: el periodismo. Vida de Arcadio rescata de Contra Catalunya el espíritu de contradicción que anima el centelleo verbal -agudo y filoso: Espada es apellido parlante- del único periodista de ciencias que ha dado el oficio. Y no porque escriba de asuntos científicos, sino por abrazar el método científico hasta pretender que el pomposo rótulo de ciencias de la información que campea en los campus se constituya en pleonasmo.
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La caldera
El balance de la legislatura sanchista no lo hará nadie mejor que el PSOE cuando pierda el poder. Ahora nos enseñan solo la fachada, pero entonces accederemos bruscamente a la visión cenital del paisaje y la escena se parecerá mucho a una manzana del casco viejo cuando a un vecino negligente se le olvida revisar la caldera. El balance será un puro escombro. Partido Socialista Obrero Escombrera.
Federico y Arcadi
Los lectores de EL MUNDO se dividen en partidarios de Federico, partidarios de Arcadi y partidarios de ambos, que son la inmensa mayoría. Esta sección es una iglesia incorregible que peca de liberal con su santa trinidad al frente, Losantos, Espada y Raúl del Pozo, sin que hasta la fecha ningún teólogo bizantino se haya atrevido a aclararnos quién es el padre, quién el hijo y quién el espíritu santo. Los tres son personas del verbo, que manejan con gracia apostólica, indiferencia al martirio y un don luciferino para la persuasión. Su testimonio a menudo despierta la ira inquisitorial de las redes sociales e incluso provoca llamadas intempestivas de políticos endiosados al jefe de Opinión, que entonces sonríe. Porque nuestros columnistas no han venido a traer la paz sino la guerra, y no escriben para complacer a los hombres de buena voluntad sino precisamente para ofender al número infinito de los necios, los mentirosos y los déspotas. Esa es su sagrada misión.
Romanticismo cañí
El símbolo madrileño en Fitur este año será un abanico. Por español y por sostenible. Las plataformas de vídeo y las campañas electorales se llenan de productos típicamente españoles, de Lola Flores a Raphael pasando por un cebadero de cerdos. En la música triunfan el quejío tecno de Rosalía y el madrileñismo mestizo de Tangana, y triunfa más aún si se mete en la catedral de Toledo a mezclar lo sacro y lo profano, la fe y el muslamen. Los reporteros evocan con honores el cine quinqui de Eloy de la Iglesia o las hazañas bélicas de los pandilleros de los bajos de Moncloa, y todos seguimos esperando la gran entrevista memorial a Marisol antes de su ascenso a los cielos. Ayuso arrasa por el procedimiento inimitable de devolver al adjetivo del Partido Popular su sentido etimológico, ese que quizá perdió a las pocas horas del bautizo. España y la hispanidad llenan los anaqueles de las librerías al calor del basta ya de Elvira Roca. Vuelve la costumbre del columnismo castizo -¡hasta Arcadi prepara libro sobre flamenco!- y los caciques de cantón se disfrazan de federalistas para blindar su momio decimonónico con fondos europeos. La Pantoja no se acaba nunca, como París, y Victoria Federica desfila en el cuché con más ojos encima que la penúltima anglodiva del pop. Todos hacemos propósito de ir más a los toros, aunque sea por joder. Los capillitas salen de la catacumba, posan en la misa de la abuela y fabrican con esa añoranza una literatura buena o mala que lo peta en Amazon. Incluso los hermanos pequeños de los mileniales descubren las guerras de nuestros antepasados,con su borrachera de yugos, flechas, hoces y martillos. ¿Qué está pasando?
Acaudillados
Gistau lo llamaba la sociología del acaudillado. Las buenas gotas de sangre jacobina que había en él lo persuadían de la vigencia de cierta excepción española por la cual nuestro país tiende fatalmente a la sumisión, a la indolencia histórica, a levantar como mucho una ceja y nunca una hoja de acero ante los abusos del poder. Madariaga opinó que el español asistía al curso de la historia desde el patio de butacas; seríamos para don Salvador un pueblo de espectadores de teatro que solo muy de vez en cuando -un arranque comunero, un mayo en Madrid- reunía energía suficiente para invadir la escena. Según esto, se equivocan quienes explican la postración ejemplar de una sociedad burlada hasta la náusea por su Gobierno recurriendo al franquismo, que habría domesticado la escasa pulsión contestataria de la nación para varias generaciones; es al revés: el franquismo fue posible porque nuestro espíritu nacional viene de antiguo predispuesto al caudillaje. Por eso, concluye el liberalismo frustrado, los caciques arraigan bien en este suelo, duran lozanos y mueren en la cama.
Vinicius Sénior
Cuando escuché a Michael Robinson pedir paciencia para Vinicius al término de otra decisiva actuación contra el Alavés, pensé que incurría en un exceso de paternalismo. Porque no es Vinicius el que hoy demanda nuestra paciencia sino más bien alguien como Isco. El joven pero sobradamente brasileño -¡Vinicius Sénior!- que lleva un mes coliderando con Benzema el ataque madridista está empezando a jubilar a sus 18 años la etiqueta de promesa. Vinicius es presente, no futuro; o no solo futuro. Por supuesto que le falta algo de pausa y mucha definición, pero no son destrezas que no conceda el mero paso del tiempo como delantero titular del Madrid. Si me preguntan a quién debería poner Solari ante el Barça yo no tengo dudas: Lucas para obstruir la banda de Alba, Benzema porque nadie se presenta a una guerra sin servicio de inteligencia y Vinicius porque le impone el Barça lo mismo que el Madrid: nada en absoluto. Bale puede y debe jugar, pues su inescrutable talento custodia goles inverosímiles, pero no hace ninguna falta que lo haga de inicio.
En todo caso Solari se ha ganado el derecho a alinear a quien le dé la real gana en la temporada más problemática en Chamartín más o menos desde López Caro, y precisamente por ello. A golpe de autoridad impuesta y de goles reencontrados y de juego renacido, el discutido argentino está dejando de serlo, empezando por la prensa especializada y siguiendo por los veteranos más condecorados de la plantilla, algunos de los cuales han catado la provechosa terapia del banquillo hasta reeducarse. Humildes enaltecidos y soberbios castigados: peronismo justiciero de un antiperonista furioso como es Santiago Hernán.
El bucle esperpéntico
Ayer en Valladolid, camino del restaurante, Arcadi Espada formuló en el coche la más terrible de sus sentencias terribles: ‘Lo que más miedo me da de las terceras elecciones son las cuartas’. En efecto. Del mismo modo que reconocer el derecho de autodeterminación de un territorio del Estado extiende de suyo ese pretendido derecho a las comarcas incómodas en ese mismo territorio -el Valle de Arán respecto de Cataluña, por ejemplo, o Escocia en un Reino Unido autoexiliado-, la posibilidad misma de las terceras elecciones, que como su nombre indica sucederían a las segundas, que como su nombre indica sucedieron a las primeras, amenaza con retrotraer a España al entrañable bucle tragicómico del siglo XIX, solo que con urnas frenéticas en el papel de espadones a caballo hollando el Parlamento cada dos años.
Demasiados articulistas han sobado ya la repetición marxiana de la tragedia como farsa, pero ¿qué pasa cuando es la propia farsa la que se repite? Tan solo que el género avanza un estadio más y se precipita hacia el esperpento. Nada tan español, hay que reconocer Valle mediante, ni menos civilizado. El grotesco espectáculo que la partidocracia española está dando al mundo solo podría encontrar redención por el arte, en las novelas de sátira política que no tenemos tiempo de escribir, o por el turismo, en los recorridos para guiris procedentes de democracias asentadas a los que se mostraría el plató rotundo del No, el sagrado despacho del Sí y el inverosímil restaurante de la Abstención. Spain is different otra vez. Y una tapita de jamón.
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