
Soy madrileño, hijo de madrileños, nieto de madrileñas. Podría decir que yo no elegí Madrid sino que Madrid me eligió a mí. Pero no sería cierto porque Madrid es siempre una elección, con todas sus consecuencias. Y la primera de ellas obliga a aceptar que Madrid no es de nadie. Lo prueba el libro que ha editado primorosamente la Comunidad de Madrid y que reúne 300 voces (o más) de madrileños de todos los orígenes. Incluso han admitido a algunos nativos de Madrid, en una concesión al exotismo.