Entre los progresistas más honrados, los que todavía escuchan el susurro de su conciencia bajo el tintineo vil del precio del poder, cunde esta correosa esperanza: «Nos hemos comido esta amnistía infame para poder desplegar ahora nuestra agenda social. Por fin se volverá a hablar de políticas materiales para mejorar la vida de la gente». Con todo el dolor de mi liberal corazón debo recomendar a estas sufridas almas bellas que abandonen toda esperanza. Nada remotamente progresista sucederá ya en esta legislatura secuestrada por el supremacismo catalán y roída por la corrupción orgánica.
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Izquierda ilustrada
Sigo con interés la evolución de la guerra civil ideológica en el seno de la izquierda occidental. Y no puedo evitar tomar partido por las voces que se alzan contra el secuestro del progresismo por parte de la ideología woke. Cada vez se pronuncian con mayor claridad y menos miedo, y al hacerlo desatan la ira cancelatoria de las patrullas de la identidad, y al sufrir su persecución desenmascaran eficazmente la naturaleza reaccionaria del movimiento woke,quod erat demonstrandum. Tampoco es casualidad que el protagonismo de esta lucha emancipatoria recaiga últimamente sobre el coraje de ciertas pensadoras, antes que pensadores, porque la variante queer del wokismo pone en tela de juicio la posibilidad misma de la condición femenina: cuestiona la existencia biológica de la mujer.
Vida de un filósofo
Hay quien no sabe envejecer y se lo reprochamos porque nos carga su infantilismo, su negativa ridícula a aceptar la victoria del tiempo, su esfuerzo insensato por parecer lo que no es. Pero luego hay quien no envejece porque sencillamente no sabe cómo se hace. Cómo es eso de abandonarse a la gravedad de la vida adulta, de acartonar el carácter, de congelar la sensibilidad, renunciar a placenteras travesuras y someterse a las convenciones del orden social o a las componendas de la servidumbre laboral. Y a estos segundos los admiramos, porque han conquistado una posición de libertad inexpugnable, defendida contra todos menos contra sí mismos. Siguen viendo al niño victorioso en el espejo.
La parábola del hijo pródigo Puigdemont
La influencia de Pedro en Davos se midió esta semana por el número de desmayos mediáticos que causó la austeridad de su abrigo. Ni el hábito de arpillera de un místico penitente habría provocado tales arrobamientos, oigan. El culto al líder ya atropella de tal modo el sentido del ridículo que Pedro deja a su paso la misma cantidad de cerebros fundidos que de corazones rotos. La prensa plegable no solo sincroniza consignas sino también fluidos, segregan excitación a coro en una modalidad del porno que no se prohíbe: se subvenciona. Es el gran bukake progresista.