
Dicen que a Madrid le falta un icono incontestable. Que carece de un anfiteatro romano, una torre de hierro puntiaguda, un puente colgante sobre un caudaloso río o una sirenita de bronce posada sobre una piedra. Pero cualquiera que acceda al Campo del Moro por el paseo de la Virgen del Puerto dejará de buscar alternativas a la imagen más elocuente y poderosa de la capital. Allí, dominando la cornisa de poniente que desciende entre los parterres del jardín hasta más allá de la fuente de las Conchas, se alza la milenaria sede de la historia de Madrid, que es la de España. Allí erigieron los árabes su fortaleza fundacional en el siglo IX, relevada por el alcázar de los Austrias, sustituido con los Borbones por el palacio real más grande de Europa occidental.