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Susana y los viejos

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Biblia socialista, con su viejo y su nuevo testamento.

A la noticia de la puesta de largo de doña Susana le faltaban todos los requisitos del hecho noticioso: sabíamos que la presidenta andaluza y no la balear se presentaría a las primarias, sabíamos que lo haría ayer y sabíamos que comparecería arropada por los gerifaltes de antaño de su partido. Esto último ha llamado especialmente la atención: suponemos que en vez de Felipe, Guerra, Zapatero y Rubalcaba, la gente esperaba a Errejón, Owen Jones, Varoufakis y nombres sexys por el estilo. Pero la insólita audacia de Díaz la ha llevado a rodearse de socialistas históricos, vaya usted a saber por qué y paren las rotativas.

La foto de Susana entre viejos difiere del tema bíblico en que la seductora aquí es ella y los canosos sólo ejercen de cooperadores necesarios de su plan. Que no es otro que recuperar el PSOE de toda la vida, el PSOE-PSOE. El partido mayoritario que Pedro Sánchez secuestró y que ella viene a rescatar. Ninguna imagen contribuye a ese mensaje de entronque dinástico como el posado con la jerarquía veterotestamentaria; otra cosa es que a la foto le falte el pie de foto, en concreto la pregunta, mirando de reojo a José Luis, de cómo hemos llegado a esto.

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27 marzo, 2017 · 11:58

Animales legislativos

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Niño entre gallo y rata: mural vegano.

Llamar legislatura a este bucle marianista de vetos y decretos quizá sea exagerar. Legislar se legisla poco, a la espera de que el PSOE se alce del lecho en que convalece para caminar hacia la luz socialdemócrata o bien para tirarse por la ventana populista. Mientras se decide, los diputados no redactan leyes que incumban a otros hombres, pero a cambio se han entregado a la ampliación de los derechos de los animales, que ya empiezan a gozar de un estatus desconocido en ciertos barrios de la India.

Poseídas de un celo franciscano, sus señorías no están dispuestas a transigir con los melindres del especismo, vestigio ideológico que venía atribuyendo a los animales racionales alguna superioridad sobre los irracionales. Dado que en la actualidad (y en la animal farm de Instagram) resultan indistinguibles unos de otros, no hay excusa para no reivindicar directamente los derechos humanos de los animales, revolución jurídica que terminará extendiendo el sufragio universal a los grandes simios, siguiendo por las aves y los reptiles y terminando por las escolopendras y otros invertebrados. ¿No propone Bill Gates que los robots empiecen a pagar impuestos? ¿Se imaginan ustedes la excitación de Montoro cuando pise Media Markt?

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17 marzo, 2017 · 11:40

El fracaso de los gatos

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¡Al patíbulo!

Si como afirma Borges a su estilo el nombre es arquetipo de la cosa, en las letras de «rosa» está la rosa y todo el Nilo en la palabra «Nilo». Con el nombre, por tanto, ha de bastarnos para entender la esencia de una idea, pero no somos pueblo que renuncie al bullicioso bar del adjetivo. Por eso a la justicia, como a la democracia, le crecen los apodos. Conocíamos la democracia ateniense de Pericles, la democracia orgánica de Franco, la democracia popular de China, la democracia directa de Ahora Madrid y la democracia representativa de Hamilton, que es la única digna de ese nombre. Ahora que llueven sentencias sobre nombres notorios nos apresuramos a apellidar a la justicia.

Está la justicia del talión, de una proporcionalidad imbatible. La justicia proletaria, que un día invocó don Iglesias para epatar a los burgueses de Segovia. La justicia poética, que castigó a doña Botella por destapar un féretro en las Trinitarias donde se leía «M. C.», sin sospechar que esas siglas no anunciaban tanto el hallazgo de «Miguel de Cervantes» como el relevo de «Manuela Carmena«. La justicia redistributiva, que tanto subleva al que la paga. La justicia del fútbol, que no existe. Y en estos días de black y de Nóos, la justicia «políticamente insuficiente», que para mayor calificación añade un adverbio al apellido.

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24 febrero, 2017 · 11:51

La (pen)última agonía de la socialdemocracia

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Felipe, Willy Brandt y Olof Palme en los días de vino y rosas.

La crisis del PSOE ofrece líneas argumentales propias, pero sería absurdo sustraerla al relato general de la agonía socialdemócrata en Europa. El modelo del Estado de Bienestar pactado por la derecha democristiana y la izquierda socialdemócrata tras la II Guerra Mundial hace aguas desde hace mucho tiempo, no porque sus objetivos asistenciales pierdan vigencia, sino porque cada vez resulta más difícil financiarlos. El capitalismo ha mutado, la demografía también y las políticas redistributivas que ondean en el pabellón histórico de la socialdemocracia quedaron hechas jirones al paso huracanado de la crisis económica. La disputa del espacio propiamente socialista por parte de conservadores y populistas termina de componer la pinza que está ahogando a los partidos socialistas del continente. Pero vayamos por partes.

¿A qué llamamos socialdemocracia desde el punto de vista académico? Según Pedro Fraile, catedrático de Historia Económica en la Carlos III, la socialdemocracia «no surgió como una anomalía o una desviación del comunismo, según pretendía Lenin, sino por un giro teórico de algunos socialistas que aprendieron a analizar el mercado. Muchos habían pasado por Londres, donde leyeron a Marshall, como el propio Bernstein. Rechazada la falacia marxista del valor-trabajo, entendieron que el único avance posible a largo plazo para los trabajadores era procurar el incremento de la productividad (y por lo tanto de los salarios reales) en un contexto político de libertades». Recuperar este vínculo con el liberalismo marca, para Fraile, el camino de retorno a las raíces de partidos como el PSOE. «El problema es que muchos socialistas no comprenden que la lucha contra la pobreza y la exclusión ha de hacerse a través de mecanismos de mercado, en vez de usar la fiscalidad y la redistribución como panacea», afirma.

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Mi sección semanal de El bueno (Guardia Civil), el feo (Francisco Correa) y el malo (Josep Téllez) en La Linterna de COPE

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16 octubre, 2016 · 19:58

Cosecha del 61: maduros, moderados y pragmáticos

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Born to win.

La denostada profesión de demóscopo quedó rehabilitada anoche con honores, tras meses de dura incomprensión, cuando no de chirigota y escarnio. Porque esta vez las urnas han imitado a las encuestas con toda la fidelidad que en junio negaron, y han certificado las victorias de Feijóo y Urkullu sin dar mucho margen al suspense ni demasiado juego al pactómetro. Ambos dirigentes seguirán en el poder, como se preveía, y el hecho de que compartan año y mes de nacimiento -el vasco es ocho días más joven que el gallego- parece fijar en los 55 la edad preferida por los ciudadanos para sus gobernantes. Digamos que la vendimia del 25-S encarece una cosecha de madurez con denominación de origen vasca y gallega mediante la cual el pueblo envía un mensaje: no nos den ni adanismo efebocrático ni sesentones pertinaces. Y más que una edad, lo que se demanda es el equilibrio propio de esa edad, la moderación, otra dosis del pragmatismo con que ambos presidentes, escarmentados de énfasis ideológicos o aventuras identitarias, han conducido sus respectivos ejercicios. Toda una lección para los feligreses menos acríticos del predicador Iglesias, que ayer por la tarde le oyeron sentenciar, en una de esas ceremonias estudiantiles dedicadas al hallazgo de playas bajo los adoquines: «No queremos parecernos a la sociedad, sino transformarla». Que no, don Pablo. La gente no quiere que la transformen, sino que le limpien las calles, le aligeren una lista de espera y le bajen impuestos. Y a poder ser, que no le cambien tanto el callejero, que luego te haces un lío al volver a casa, aunque sea en bicicleta.

Con permiso de Urkullu, a quien el inteligente sistema de investidura del Parlamento de Vitoria le garantiza investidura con el apoyo previsible de los socialistas, el gran triunfador de la noche -y de las noches que vendrán- fue Alberto Núñez Feijóo. Galicia sigue manufacturando hombres de poder en dirección a Madrid como en el siglo de Camba, y ya nadie duda de que el barón de las tres absolutas seguidas en las condiciones más adversas que se recuerdan sale de estos comicios investido mucho más que presidente de la Xunta: sucesor in pectore de Mariano Rajoy. En el partido, por debajo de don Mariano y de su brazo femenino -llámalo Lola-, ya no hay otra voz más autorizada que la de Feijóo, y ese respeto lo ha ganado donde hay que ganarlo: en las urnas, no en maniobras palaciegas al abrigo del poder monclovita. Afinando mucho la extrapolación, la pérdida de un escaño imputable a Alfonso Alonso -un hombre de Soraya– afianza aún más la candidatura orgánica de Feijóo frente a cualquier heraldo futuro de la vicepresidenta. Lo cierto es que bastante voto ha retenido el ex ministro frente a un PNV de lo más votable por parte de una derecha sociológica asustada por la entente populista-abertzale.

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26 septiembre, 2016 · 11:38

Viaje al paraíso perdido del PSE

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El horno «María Ángeles», en Sestao.

El Puente Colgante de Portugalete lleva desde 1893 salvando las distancias que se dirían insalvables. Las que guarda la Vizcaya obrera con el París de Eiffel, por ejemplo, en ese punto grácil y metálico donde la ingeniería linda con el arte. Pero ese puente y alguno más han servido sobre todo para coser las orillas del Nervión, cuya ría aún marca una distancia tan geográfica como sociológica, tan económica como mental.

Durante décadas las mujeres de los barrios proletarios que trepan por las colinas de la Margen Izquierda cruzaban la ría al amanecer para servir en las señoriales casas de la burguesía. Eso hacía cada mañana la madre de Nicolás Redondo Terreros cuando su padre, Nicolás Redondo Urbieta, perdió su puesto de trabajo en el naval por absentismo: le fue imposible presentarse en la fábrica básicamente porque estaba preso. En 1972 tenía un precio participar en una protesta sindical. Pero Redondo Urbieta acabaría saliendo de la cárcel, implantando el socialismo por toda España desde su cuna vizcaína, liderando la UGT entre 1976 y 1994, haciendo a Felipe secretario general en Suresnes y ejerciendo para los restos de conciencia incómoda (por insobornable) de la izquierda cuando el Gobierno socialista se desviaba de sus principios fundacionales.

«Culpan a Zapatero, pero todo empezó cuando Felipe dijo que prefería un precario a un parado. También el posibilismo debe graduarse. Ahora nos hemos convertido en un partido banal y los adversarios no están en la derecha: salen de nuestro seno. Aunque Podemos es decepcionante: se ha pasado a la coña esa del derecho de autodeterminación», se enfada don Nicolás en su piso de Portugalete, cuya modestia desmiente -entre otras condecoraciones- la Legión de Honor que cuelga de la pared. «Hemos renunciado a nuestro ideario. ¿A beneficio de quién se creó este partido? ¡Las Casas del Pueblo no son sólo para tomar vinos!». Es la acritud de un padre que quiere lo mejor para su hijo descarriado. La coherencia radical de Redondo Urbieta -«los políticos ya no viven donde vivían y como vivían. Parecen hechos a troquel»- remite a un tiempo en que el liderazgo político no estaba disociado de la exigencia moral, de la vocación abnegada.

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13 septiembre, 2016 · 9:59

Las odiosas Once

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Un Lannister en el palco de San Siro, tras la decapitación.

Resulta tentador buscarle un significado a la vida. El Atlético encontró el de la suya y convierte la disputa de un torneo en una epifanía. Nadie le encomendó la misión de redimir a los hombres de buena voluntad a través del fútbol, pero así es como su parroquia afronta cada partido. Lo prueba el tifo que desplegó en la grada de San Siro: «Tus valores nos hacen creer». Es el equipo de las personas piadosas, de los mensajeros de la paz.

El Real Madrid, en cambio, carece de ambiciones trascendentes: es un club existencialista que piensa que ha sido arrojado a este mundo para ganar Copas de Europa. Y a ello se aplica con insidiosa regularidad, partiendo de un lema lacónico: «Hasta el final, ¡vamos Real!». Son los funcionarios de la victoria, y dejan los lujos morales para quien se los pueda permitir. Por qué filosofar si puedes ganar títulos. Para qué reivindicar la justicia si puedes imponer tu dictadura. Por eso las once orejonas del Madrid pasan por ser odiosas al juicio de los moralistas. Que no tienen nada que ver con los madridistas.

Lo curioso es que Madrid y Atleti contradicen en la práctica sus respectivos discursos. El fundador del orgullo colchonero, Luis Aragonés, nunca pidió vocaciones sacerdotales sino solo ganar, ganar y volver a ganar, aunque a la hora de la verdad no lo logra. En tanto que el Madrid ha perdido mucho el tiempo reivindicando señoríos mientras ganaba copas a traición.

Pensé en todo esto cuando descubrí a Jaime Lannister en la sala vip del estadio al filo de las ocho de la tarde. Cuando vi que su intérprete, Nikolaj Coster-Waldau, conservaba ambas manos -una cerveza en cada una- me extrañé, pero no avisé a nadie por no incurrir en spoiler. En lugar de eso recordé el mensaje que me mandó un amigo madridista en mayo de 2014, recién terminada la final de Lisboa: «¡Somos los Lannister!». Y en efecto, el Madrid siempre paga sus deudas. Lo que ocurre es que las tiene contraídas únicamente con su propia historia. Y no ha nacido todavía el matarreyes que lo apee del trono europeo.

Había muchas otras manos ilustres sosteniendo cerveza o champán en la sala vip de San Siro. Al principio impresiona coincidir en la captura del canapé con Lothar Matthäus, con Fabio Capello, incluso con Pier Luigi Collina; pero a todo se acostumbra uno, al champán con bastante rapidez. Ya el autobús que en la tarde del sábado nos conducía al estadio era todo un poema: te encajonan entre Richard Gere, Pedja Mijatovic, Raúl González y Plácido Domingo y tienes que arreglártelas. Pedja me explicó que a dos horas de la final la tensión echa raíces en los nervios del jugador. Más en un año donde no se ha ganado otro título que pueda justificar la temporada. «Me recuerda mucho al 98», se ponía unamuniano el héroe de la Séptima. El más aclamado por los aficionados que esperaban a la comitiva blanca a la puerta de San Siro fue sin embargo Raúl, al que acompañaba su mujer, que grababa con el móvil las manifestaciones del fervor popular. Gritar «¡Raúl, Raúl!» antes de una final de Champions tiene mucho de impetración.

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30 mayo, 2016 · 11:18

Talismán Arcadi

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Road to Milano.

A Borges no le gustaba demasiado el fútbol porque en toda emoción colectiva veía algo indigno. Así empezó el párrafo de una columna en Clarín a propósito de la fiebre del 78: «En un certamen de fútbol, apodado el Mundial, las autoridades repartieron ropa a la gente, para que los turistas no advirtieran que hay pobres en Buenos Aires». Pobres, ricos, fútbol, columnas y emociones colectivas: no se me ocurrió menú más adecuado que servir a Arcadi Espada, catalán, madridista y nostálgico oficial de Benzema que, sin embargo, jamás había pisado el Bernabéu.

-Eso podemos arreglarlo -prometí.

Pudimos de un modo algo aparatoso: nos sentaron en la fila de Rafa Nadal, cuya paciencia con los selfies merecería puntuar para la ATP. El palco del Bernabéu es un ámbito legendario poblado por criaturas mitológicas que resfrían el IBEX con un estornudo, prenden los puros con billetes prohibidos y componen con la imaginación editoriales sobre acontecimientos que todavía no han provocado. La sala tiene algo de onírica, pues en pocos metros coexisten con naturalidad embajadores y deportistas, jequesas y constructores, Margallo y Cebrián, José Mercé y Cristina Cifuentes, Méndez de Vigo -no confundir con Jorge Mendes, que también estaba- e Isabel Tocino, Djokovic e incluso Florentino Pérez, que nos confirmó que Murray no había podido venir (Murray es del Barça). La media de edad es alta y la media cromática de pelo es cana. El sector glorias nacionales parece testimoniar con su presencia el señorío del club: de Luis del Olmo a Luis María Anson -siempre en forma: un ojo en el canapé, otro en la azafata-, de Lorenzo Sanz a Ronaldo Nazario, que parecía el único interesado en el partido: alternó lo justo y se fue derecho a su localidad. En el Buddah lo hacía al revés.

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6 mayo, 2016 · 10:26