El presidente tiene razón y por fin me he dado cuenta. No ha habido político, de Mandela a Miguel Ángel Blanco, que haya sufrido tanto como él. A punto ha estado de quebrarse, y de quebrarse con él nuestra democracia. Es la hora de buscar culpables, es la hora del escarmiento ejemplar y las listas de disidentes, es la hora de confesar mi abyecta militancia entre los seudoperiodistas. Llevo años atacándole sin medida, burlándome de su liderazgo providencial llevado por la nostalgia de Franco (mucho menos providencial), el negacionismo climático y la masculinidad tóxica en la que fui criado. Ojalá bastaran estas líneas contritas para desagraviarlo por todas las veces en las que contribuí a extender la desafección entre los ciudadanos, rabioso ante el creciente predicamento internacional del Puto Amo. Hoy celebro entre lágrimas de arrepentimiento que el presidente haya decidido permanecer entre nosotros para comandar la cruzada intercontinental contra la desinformación y contra los fachas con toga. Hoy sé que los bulos cocinados en la caldera madrileña están obstruyendo el avance del progreso del impulso del plus ultra de los derechos y libertades de los demócratas -los Buenos, en suma-que encarna Pedro Sánchez y de algún modo (aún no aclarado) también su mujer.
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Caput mundi
Dice doña Úrsula que otra guerra europea es posible, aunque los optimistas confían en que no se parezca a las dos anteriores. Ni siquiera Einstein imaginaba la Tercera Guerra Mundial, pero a cambio estaba convencido de que en la Cuarta lucharíamos con palos y piedras, al modo de una abrupta elipsis regresiva de Kubrick. La humanidad tendrá así la oportunidad de recomenzar, y dentro de la humanidad también la tendremos los españoles: no todo van a ser malas noticias.
Pedro de España llama a Pedro de Portugal
Suena un teléfono en la sede del Partido Socialista de Portugal. Es la línea personal del candidato derrotado, Pedro Nuno Santos, que mira el nombre en la pantalla y descuelga con gesto de resignación.
-¡Tocayo! Soy yo, Pedro de España. ¿Cómo te va?
-Hola, presidente. Pues he tenido días mejores. Ha ganado la derecha. Y tiene derecho a gobernar.
-Tú no has perdido: solo has quedado segundo. Yo he quedado segundo muchas veces y mírame.
-He prometido no contribuir al bloqueo político y debo cumplir mi palabra en aras del interés general.
-Qué cosas más raras decís los portugueses. Tu deber es cerrarle el paso al fascismo. ¿No tuvisteis un Franco vosotros también? Pues eso.
El año del buzo
Aunque ha firmado un libro titulado Tierra firme, la imagen política de Pedro Sánchez en esta legislatura se corresponde más bien con la de un buzo antiguo, sin bombonas. Uno que avanza a oscuras, mediante saltos inciertos, por el fondo cenagoso de nuestra Iberia sumergida. Rodea su cráneo una pesada escafandra, dentro de la cual solo oye el sonido de su respiración. De esa pesada escafandra -búnker portátil- parte el extremo de un tubo que llega hasta Waterloo, desde donde se le bombea el oxígeno que necesita para sobrevivir.
La sangre coagulada de Pamplona
El sanchismo es un presentismo: desprecia el futuro e ignora el pasado cuando no puede manipularlo para justificar su presente, que es todo lo que tiene. Por eso Franco constituye una amenaza contemporánea en el cuento antifa de Moncloa mientras que ETA solo existe en las hipérboles prehistóricas de la derecha. «Nada se seca tan rápido como la sangre», le contestó De Gaulle -y era De Gaulle- a un asesor que invocaba los atentados del independentismo argelino para afearle a su jefe la apertura de negociaciones con los terroristas. Pedro, ágrafo de bulto redondo, lo expresaría de un modo más pedestre: sangre pasada no mueve molino. El muerto al hoyo y el vivo a la alcaldía. Para Bildu la perra gorda y para mí la perrera.