
El trono del centro.
La emoción estaba en Ferraz, el nuevo Puerto Hurraco de la democracia interna, pero Cristina Cifuentes estaba convocada a la Tribuna Autonómica de este periódico en el Palace, en una rotonda subterránea de cuyo techo pendían unos pétalos blancos como sufragios volantes. Ahora esos votos están más en el aire que nunca, pues tras la escabechina socialista parece menos probable que volvamos a votar en diciembre.
Arroparon a la presidenta de Madrid algunos compañeros de partido, con lo peligroso que eso se está poniendo, aunque los rostros de Rafa Hernando, Juanma Moreno y Pablo Casado reflejaban más bien el efecto balsámico que producen una mayoría absoluta propia y una descomposición orgánica ajena. A Casado le pregunté por su afición a las ferias de maquinaria agrícola, donde últimamente es más fácil encontrarle que en los platós, y me ponderó la importancia del sector en Ávila. Debe de ser el único diputado que se toma en serio lo de la circunscripción. De todos modos, resultaba llamativo que ni Génova ni Moncloa hubieran enviado heraldos de su simpatía o de su disimulo al acto de su rubio adalid en el rompeolas de España: las ausencias también significan, y doña Cristina debe tomárselas quizá como el homenaje que el gregarismo rinde a la autonomía de criterio.