
Decía Hannah Arendt que el pensamiento es la capacidad de hacerse compañía a uno mismo. Por eso Rüdiger Safranski(Rottweil, 1945) nunca está solo. Después de El mal, el pensador alemán publica Ser único (Tusquets), donde reivindica el individualismo liberal aupado sobre los hombros de los gigantes canónicos de la filosofía occidental, sin concesiones a la banalidad. Nos recibe en El Prado. Por fortuna ningún cuadro resultó rociado con puré woke durante la entrevista.
Usted afirma que el mal es el precio de la libertad. Pero quizá a la gente le cueste cada vez más pagarlo. Quizá prefiera aceptar la servidumbre, las zonas seguras de la corrección política, antes que enfrentarse al mal.
En Occidente disfrutamos de libertades garantizadas, pero en el seno de la sociedad en sí misma se observan intolerancias. Un ejemplo es el absurdo de la cultura de la cancelación, que es una limitación de la libertad provocada por moralistas sobreestimulados. Pero no es tan peligrosa porque nos podemos defender.