
Verás, Pedro. No eres el primero que se alía con delincuentes para tomar el poder. El catálogo suramericano de Netflix está repleto de casos como el tuyo, y a la serie que aún protagonizas solo cabe pedirle que narre tu auge y tu caída con la máxima fidelidad. En la primera temporada se te ve acusando de rebelión a los golpistas y prometiendo el endurecimiento de la pena por referéndum ilegal. En la segunda se ve al mismo actor en otro papel, traicionando al bloque constitucionalista y vendiéndose al separatismo para ganar la moción, en la esperanza de gobernar un día en solitario. En la tercera ya has renunciado a emanciparte y asumido que los españoles no te quieren tanto como tus caseros, de modo que pasas a compartir su relato (no hubo sedición sino desorden) y sus enemigos: los jueces que los condenaron por okupar la casa de todos. Con los ojos enrojecidos y el pelo ceniciento culpas al PP del alzamiento de tus socios contra todos los españoles. Inventas una homologación impertinente para un código de 1995 tras abusar de una medida de gracia de 1870. Y montas un falso dilema entre la Cataluña de 2017 y la de 2022 olvidando la de 2002, con Aznar en La Moncloa, cuando Artur Mas juzgaba «anticuada» la independencia. Todo tú eres mentira, Pedro. Falso como una pesadilla que se acaba.