
No todos los arzobispos de España militaron en los movimientos antifranquistas. En sus intensos cuatro años como secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello (Meneses de Campos, 1953) ha tenido que lidiar con las maniobras de Sánchez o con los casos de abusos en la Iglesia. Ahora será arzobispo de Valladolid a tiempo completo.
No pocos católicos tienen en España una especie de síndrome de persecución: leyes agresivas contra sus valores. ¿Está justificado ese sentimiento?
Esos valores afectan a todo ser humano: las cuestiones relativas a la vida, a la comprensión de la persona, a la dignidad humana, al trabajo. A ese humus del que venimos lo llamamos tradición judeocristiana o mundo occidental. Y cuando ahora se le niega carta de naturaleza retorna como una intuición, como una presencia anhelada. La cuestión del aborto no pertenece a la Iglesia: hay muchos argumentos científicos para poder decir que en el seno de una mujer hay una vida distinta de ella misma. O que hablar del derecho a decidir en el propio cuerpo no es falaz por la fe sino por la ciencia. O que no se puede llamar de la misma manera a una relación que tenga capacidad de engendrar vida que a una que no la tiene. O que ante la realidad dramática del sufrimiento no se puede ofrecer la muerte como solución: anular al que sufre para solucionar su sufrimiento. Todos estos asuntos no pertenecen exclusivamente al orden cristiano, sino a nuestras raíces griegas y al derecho romano. Pero cuando desaparece el aliento espiritual de una sociedad, la razón decae.