
El relato oficial sobre el campeonato de fútbol que se juega estos días de invierno en una de las dictaduras islámicas más avanzadas del mundo tiene cuatro autores: Infantino, Sánchez, Messi y Luis Enrique. Veamos.
Infantino fue un niño pelirrojo que sufrió acoso escolar precisamente por ser pelirrojo, pudiendo haber sido acosado por ser sencillamente tonto. De aquel infierno dickensiano salió convertido en enemigo jurado de la civilización occidental. Eso no le impidió trepar hasta la cima de una de las instituciones más corruptas de la civilización occidental y parte de la oriental, llamada FIFA. Desde allí, encaramado a un palé de petrodólares todavía húmedos, anima a los europeos a pedir perdón por haber inventado la democracia liberal y tipificado los derechos humanos, considerados un exotismo en lugares como Catar. Infantino es capaz de explicarnos que practicar el medievo con un gay o un inmigrante es una pintoresca manifestación de diversidad. Su nivel de cinismo tiene asombrado al mismo Putin.