
Querido Pep. Cómo no entender tu desconcierto, tu incredulidad, tu lógica estrellada. A todos nos gustaría que la vida, como tu fútbol, cupiera en una pizarra. Que un jeque saneara nuestras deudas y sufragase nuestros caprichos. Que este juego dejara de ser un juego para convertirse en una tediosa ecuación. Que el pase a una final de la Champions lo diese ese ajedrez de eunucos que tú practicas y no la pasión desordenada que encarna el Real Madrid. Tu verdugo.