
Aquel día de 2009 llamaron a la puerta del número 33 de la calle Youri Gagarin, en la periferia suburbial de Lyon. Hafid Benzema se levantó para abrir. En el umbral apareció Florentino Pérez: venía a fichar a su hijo para el Real Madrid. Hombre de códigos viejos y lealtades contraídas sin necesidad de abogado, Hafid valoró el gesto: sabía que su hijo era bueno, pero no sabía si lo suficiente como para que el presidente del Madrid se personara en el escasamente glamuroso apartamento familiar. Fichajes similares se habían fraguado en un hotel ostentoso, en un restaurante exclusivo o incluso en la cubierta de un yate. El hogar, no solo para los musulmanes pero especialmente para ellos, es el refugio de la confianza y proporciona la ocasión de ejercitar la sagrada virtud de la hospitalidad.