
Pasaron muchas cosas geniales y patéticas en París el pasado fin de semana, pero no todas ellas ocurrieron en Saint-Denis. En el Louvre un joven idealista accedió a la sala de la Gioconda y estampó una tarta contra el cristal que la protege. Para facilitar la consumación de la gamberrada (con lo barata que está la delincuencia en París) creyó necesario presentarse en silla de ruedas y disfrazado con peluca. Antes de que los guardias de seguridad lo desalojaran -deberían haberlo expuesto durante una semana en la galería de rarezas antropológicas, junto a las momias egipcias y otros testimonios de culturas felizmente superadas-, le dio tiempo a exhortar a los artistas en general a que pensaran en el planeta.