
Dicen que no ha sido otra semana horrible del Gobierno sino que ya no parará de encadenarlas hasta la derrota final. Puede ser, bastante ha durado el experimento, estamos a dos escándalos de desarrollar branquias para filtrar las comparecencias de Moncloa y pezuñas para no pisar las mentiras que vierten en ellas. Pero si yo fuera Sánchez seguiría durmiendo tranquilo bajo el ruido de los tambores demoscópicos que anuncian su desalojo del colchón: que le quiten lo dormido. Su ambición nunca fue hacer sino llegar, del mismo modo que nunca fue saber sino plagiar, y cuando necesite consolarse del desprecio español que acompañará su pensión vitalicia aún podrá entrar en la Wikipedia, leer una y otra vez su nombre y comprobar que, efectivamente, llegó a presidente. Se especula incluso con que no se presentará a las generales. Se rumorea que le pasará el marrón a otro, como hizo Zapatero con Rubalcaba, y mendigará empleo en Europa donde no le conocen tanto. Lo que sea del PSOE después de él seguramente lo expliquen mejor los socialistas franceses. Se lo habrán ganado a pulso.