
Dicen los expertos que este año se puede ganar Eurovisión. Que Chanel puede al menos hacer un papel digno tras el indigno papelón que hicieron los zelotes de las Tanxugueiras y las bacantes de la Bandini (gran canción), impugnando la victoria de la hispanocubana y llevando su pataleta hasta el mismo Congreso o la Asamblea de Madrid. Hemos visto a replicantes sindicales presentando mociones contra la candidatura de Chanel, mientras la ganadora huía de las redes sociales arrastrando una soga en torno al cuello. ¿Su pecado? El de siempre. El puritanismo, que ahora es de izquierdas, la acusaba de prestarse a la cosificación neoliberal del cuerpo femenino con su letra y sus movimientos sexualizados, como si Eurovisión hubiera sido alguna vez un sínodo hegeliano de fenomenólogos del espíritu.