
El chantaje emocional es la violencia de los débiles. El fascismo de los vulnerables. Algunas relaciones sentimentales fracasan por la insufrible dominación del fuerte (que compensa así su íntima fragilidad) y otras por el chantaje constante del débil (que ejerce así su superioridad efectiva). En las relaciones políticas sucede igual. El sanchismo, precisamente por su debilidad parlamentaria, se ha especializado en el chantaje al resto de partidos. Su modus operandi siempre es el mismo: por estricta incompetencia deja que una situación llegue al límite; aprueba un decretazo para parchearla tomando a los ciudadanos como rehenes (esta vez en una gasolinera, para redondear la atmósfera mafiosa) y ofrece el trágala a la convalidación de las Cortes; abre entonces subasta de recursos públicos, prebendas asimétricas y descosidos institucionales para comprar a los afines; por último, los partidos que no han tragado son acusados de antipatriotas y antisociales: prefieren el caos con tal de desgastar al Gobierno de la Gente.