Rajoy átono y atónito

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El temple celta viendo pasar el tren.

El político moderno, desde Maquiavelo, no tiene ideología sino talante. Una acuosa disposición del carácter que permite aislar la acción de la moral al objeto de conservar el poder. Fue Zapatero quien puso de moda el concepto entre nosotros, pero junto con el talante Zapatero incorporaba también la ideología, y no poca. El primer presidente antiideológico que hemos tenido, el primero en perfeccionar la adopción del mero temperamento como estrategia integral de poder, se llama Rajoy.

La política puramente temperamental de don Mariano, para cualquiera que haya ganado suficientes créditos presenciales en sus últimas catequesis parlamentarias, se cifra en dos sentencias que suele pronunciar con moroso deleite y el índice enhiesto, como el profesor que asesta una lección de vida a su audiencia desarmada e imberbe. La primera máxima del marianismo teórico reza: «Toda realidad ignorada prepara su venganza». Yo se la he oído aplicar a la recuperación económica, y en ese contexto se convierte en refutación del catastrofismo botswanés con que la oposición explota el cuanto peor, mejor, el suyo, etcétera. Dicha máxima se complementa con otra: «Todo lo exagerado acaba por volverse irrelevante». Lo que, aplicado al catastrofismo botswanés con que la oposición denuncia la cleptomanía del partido-más-corrupto-de-Europa, pretende la gratuidad total para las recientes traiciones del PP al liberalismo y la decencia. En ambos casos, el talante marianista le aconseja desoír a las casandras y seguir a lo suyo, en la rocosa confianza de que lo suyo coincide con la realidad, que se impone sola.

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1 septiembre, 2017 · 8:56

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