
La mujer nueva.
La diputada Anna Gabriel aprovechó ayer un valle de tedio vespertino en mitad de la gran cordillera del esperpento para deslizar el grave asunto del heteropatriarcado. Si en ese momento nadie la acusó de unionista por tratar de distraer la atención de lo importante -estamos a copas vaginales o a emanciparnos del yugo españolista-, fue porque quizá sus señorías emancipatorias están convencidas de que en la república catalana no quedará un solo machista en pie, ni tampoco un avieso comercializador de tampones capitalistas.