
Cuando terminó, todos se levantaron.
Contra lo que esperaría el alcalde de Blanes, la capital del Magreb amanecía bien orgullosa el miércoles por la mañana. Del orgullo homosexual del World Pride pasaba Madrid sin esfuerzo al orgullo institucional del 77. De modo que una ardilla gay y democrática habría podido saltar de orgulloso en orgulloso desde Chueca hasta Cortes sin pisar el suelo.
Lo que vuelve fascinante al Congreso es su inescrupuloso poder de absorción. Esos dos leones de bronce custodian un agujero negro virtuoso capaz de anclar al sistema a los espíritus más indómitos. Toda una vida rebelándose en la Complucontra esa «institución inoperante al servicio de la clase dominante» -en que consiste según Lenin un Parlamento liberal- para acabar reduciendo la lucha a la ostentación de un clavel rojo como los que se ponía Esperanza Aguirre por San Isidro. De comisario organillero ejercía Monedero, que no se pierde una. Iba por el hemiciclo repartiendo claveles como un chino en Nochevieja.