
Montoro, la leyenda.
Celebrar que un parlamento democrático apruebe unos presupuestos del Estado es como felicitar a un obstetra por ser capaz de extraer a un bebé sin matar a la madre. Ni al bebé. Es lo mínimo que se le pide a un profesional. Pero en un Congreso donde el obstetra se lleva a matar con la enfermera y el anestesista sueña con clavarle las tijeras al médico residente -porque eso es la España multipartidista-, entendemos muy bien el júbilo manifestado por el director del hospital, o del manicomio. Ese hombre es Cristóbal Montoro, este miércoles por la tarde el político más feliz del sur de Europa. No en vano lleva desde enero tejiendo las cuentas más arduas de las 14 que lleva confeccionadas, con 6.000 enmiendas y seis siglas complicadas en la operación. «Algunos compañeros, incluso ministros, le dijeron que prorrogase los de 2016. Que no lograría aprobar unos nuevos y que ese fracaso dañaría a un Gobierno de por sí frágil», explican en Hacienda. Por eso estaba tan contento. «Voy a escribir una novela. Es la única manera que se me ocurre de contar lo que ha pasado», confesó el propio don Cristóbal a este cronista.
No sabemos si la ficción es el género más propicio a un ministro a un Excel pegado, pero sí que su jefe le debe el año y medio de estabilidad que acaba de amarrar. Si Rajoy no se mostró ayer tan exultante es porque tiene otros problemas; en concreto dos: uno se llama Panamá Moix y el otro es ese asunto por el que usted, señor juez, se empeña en preguntarme en persona. De ahí que varios diputados populares aparecieran mohínos, bien conscientes del reality impagable que supondrá el interrogatorio al presidente. La legislatura oscila así entre el paritorio y el purgatorio, entre la sombra de la corrupción y el sol del cainismo, y en cualquier momento puede parir la abuela golpista de Cataluña. Así que a nadie le quedan fuerzas para proponer metas ambiciosas: las pensiones, la financiación autonómica, la educación… «Quizá con Susana podría haberse abordado alguna de estas reformas; con Sánchez todo es una incógnita», lamentan en el PP. Ciudadanos, en cambio, como Ana Oramas o Aitor Esteban, reivindicaron la copaternidad de la criatura con el orgullo de quien ya tiene planificado su futuro, e incluso ha apartado el dinero para la matrícula de la universidad.