
La soledad del recaudador.
Una semana después de la emoción de censura el hemiciclo experimentaba una cierta descompresión. La oposición montaraz ya se vació y la Meseta gime bajo un sol fundente: las revoluciones no son para el verano. No es que no se pidieran dimisiones, pero se piden sin esperanza, como ese whatsapp juguetón que se manda a las cinco de la mañana. Solo Gaby Rufián le echó algo de entusiasmo al papel, quizá porque no le dejaron hablar en la censura y las ganas le reventaban la sisa de la chaqueta. No negaremos a Rufián que le pone a su oratoria tanta voluntad como a su alimentación: «Señor Zoido, dimita por miserable y vuelva al ayuntamiento a casar a Fran Rivera y a poner calles a las Vírgenes». Marchando colesterol retórico. La presidenta Pastor, compadecida, le dio la oportunidad de retirar el insulto autocalificativo, pero el muchacho no es de esos que aprovechan así como así las oportunidades que la vida le ofrece de parecer alguien distinto de quien es. Salvo una: la de cobrar por sacudirse el complejo de charnego subiéndose al carro indepe. Esa la cazó al vuelo, y del vuelo a la cazuela cada fin de mes.
De la portavoz debutante Margarita Robles se esperaba mayor vibración noesnoísta. ¡Ni siquiera pidió la dimisión de don Mariano! Se limitó a preguntarle por la anulación de la amnistía y a ordenarle que le escuchara bien, fíjese lo que le digo, atienda, con ese taladrante timbre Rottenmeier al que nos habituó Rosa Díez. Rajoy contuvo un bostezo y dijo que él acata las sentencias, no las valora. Cuando Baldoví le enumeró razones para su dimisión, el presidente replicó con sorna: «No me ha convencido». Como el propio Baldoví temía, Rajoy se siente fuerte tras superar la censura con más apoyo del que mereció su investidura: gentileza de Iglesias, que esta vez pasó desapercibido salvo para apoyar a los concejales imputados de Carmena. Robles, por cierto, escuchó de los suyos ovaciones de un entrañable fariseísmo, porque en privado muchos de su bancada exhiben el mismo grado de adhesión que los chiíes a los suníes. Oyendo su lamento boliviano a cuenta de las acuñaciones jurídicas de Lastra -quien por lo demás gastó mesura en su pregunta-, uno se pregunta si todos los escaños socialistas votarían a favor de Sánchez en una moción de censura con Podemos y los separatistas. Ojo con eso, don Pedro.