
Animal en su hábitat.
Cardiff es una ciudad brumosa y fabril sitiada por la campiña. Sobre tanta hierba parece imposible no imaginarse a Gareth Bale galopando, feliz entre vacas mudas y homenajes patrióticos. Y sin embargo ayer el príncipe deportivo de Gales velaba armas en el sofá de un hotel, charlando con viejos amigos, distendiendo los músculos en la víspera del galope final. No le importan, pensábamos mirándole, los minutos de juego de los que finalmente disponga; le importa que cuando pare de correr vuelva la vista y confirme que el Real Madrid ha ganado doce Copas de Europa.
La expedición blanca amaneció poseída del optimismo que le consiente la historia. Todas las finales que la Juve lleva perdidas las ha ganado el Madrid, y alguna más. «Me daba más miedo el Atleti, donde defendían todos», confiesa Roberto Carlos tomándose el primer café del día, aún en Barajas. Compara plantillas y concluye que hay razones poderosas para el sosiego. Una se llama Benzema, que parece más delgado desde que se filtró entre tres defensas en el Calderón; otra es Cristiano, que oscilaba ayer entre la sonrisa y la franca carcajada. Y está el nuevo look mohicano de Ramos, tan hortera que todo el madridismo respiró aliviado al corroborar la intacta autoestima de su capitán.