
La única y verdadera Casa del Terror, en Budapest.
En el número 60 de la elegante avenida Andrássy, en el corazón de Budapest, se alza un edificio oscuro y macizo que se ofrece a los turistas bajo la excitante denominación de Casa del Terror. No es que el nombre esté mal elegido: después de recorrer sus estancias concluimos que son los parques de atracciones los que se equivocan. La Casa del Terror de Budapest no contiene ficción sostenida por actores sino historia derramada por verdugos. Y fueron los mejores verdugos de todos los tiempos.
Primero llegaron al edificio los fascistas del Partido de la Cruz Flechada, cuyo entusiasmo en la persecución, ejecución y deportación de conciudadanos judíos admiró al propio Hitler. Después los comunistas visitaron el local, descubrieron que se adaptaba perfectamente a sus necesidades y se pusieron a torturar a enemigos del pueblo sacados del mismo pueblo. El celo revolucionario de la AVH, la policía política húngara, era la envidia de la Stasi. De modo que el terror nazi sólo se distinguió del terror rojo en el color de la chaqueta: literalmente, los militantes fascistas se cambiaron de uniforme con el triunfo de la URSS (un vestidor de la Casa documenta el meteórico travestismo que descose flechas y borda estrellas) para no dejar de ser húngaros completos y eficientes.