
Cartel esperanzador en una piscina marroquí.
El oxímoron que resumirá la lucha más justa del siglo XXI es este: feminismo islamista. Porque será una cosa o será la otra. Un feminismo verdaderamente combativo es más necesario que nunca en las tierras de Alá, donde si la vida de una mujer aún se tasa en camellos -ya el plural resulta generoso-, el ejercicio de su libertad sexual directamente se mide en latigazos. Por eso escarnece la inteligencia esa pirueta argumental que están tratando de ejecutar las feministas de mucho progreso, bien radicadas en sociedades abiertas. Son las pijaflautas, pintoresca criatura mixta de frivolidad zoolander y moralismo huracanado que vende el burkini como una elección textil más o menos exótica y que, desde la hamaca del resort, clama contra la islamofobia mientras traiciona la sagrada solidaridad con sus oprimidas congéneres. Con semejantes aliadas occidentales nunca les faltarán piedras a los lapidadores orientales.