
El pacto está hecho, carguen las carabinas.
El Tratado de los Toros de Guisando sirvió hace cinco siglos y medio para investir a Isabel la Católica frente a su adversaria Juana la Beltraneja, candidatas ambas al trono de Castilla; pero el pacto suscrito ayer entre don Mariano y don Albert en la Carrera de San Jerónimo no servirá para investir a nadie, por lo que proponemos que se le conozca a lo sumo como Jura de los Bueyes en Funciones. Pero con estos bueyes hay que arar, y si no llegan a toros, quizá sea por culpa de algún cabestro.
Contra el PP se vuelven las palabras como bumeranes en este bucle de bloqueo clueco, si disculpan la aliteración, y aquí es cuando de bueyes descendemos a marmotas. Acusó Rafael Hernando a Patxi López de someter la Presidencia de las Cortes al capricho partidista por emplazar el discurso en la soledad de la media tarde, y he aquí que Ana Pastor copia la mediática jugada; tildó Rajoy el Pacto del Abrazo entre Sánchez y Rivera de rigodón solemne con pretensiones de Caspe o de Guisando, y he aquí que se le acaba de poner cara de granítico becerro. O mejor, de cordero llevado al matadero del hemiciclo. «Como oveja muda ante los trasquiladores», añade el versículo bíblico, pero este no es el caso, pues Rajoy aún cuenta con el turno de palabra, y en esa Cámara suele saber aprovecharlo mejor que en cualquier plató.