
Bustos y ocaso en Trujillo.
Para algunos será el joven periodista que participa en las principales tertulias televisivas, para otros una de las plumas más afiladas del que ya, podríamos denominar, como nuevo columnismo español o columnismo post-Umbral. Ambas facetas definen, sin duda, a Jorge Bustos, lo definen, pero no lo retratan en su totalidad a este licenciado en Teoría de Literatura, estudio que realizó tras realizar un primer ciclo de filología clásica. Podríamos decir que la erudición es la característica principal de Bustos, sus columnas en El Mundo no son solo un ejemplo de extraordinario estilo para la pieza breve, sino un alarde de referencias culturales que, lejos de ser un mero adorno para el lucimiento personal, son el punto de apoyo sobre el cual Bustos consigue reflexionar más allá de la anécdota o noticia impuesta por la actualidad. Sin embargo, hablar de Jorge Bustos simplemente como alguien erudito resultaría injusto, puesto que, como demuestra el periodista en El hígado de Prometeo (ensayo con el cual fue Finalista del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2016), Bustos es alguien capaz de organizar un libro que, a través de una serie de ensayos autónomos, propone una reflexión socio-cultural del presente: combinando la crítica literaria, la teoría política, la estética y la filosofía, Jorge Bustos elabora un ensayo que se inscribe en la tradición orteguiana a la vez que bebe directamente de la más reciente crítica cultural (disciplina que abraza desde la sociología, la lingüística, la etnología o la filosofía de la comunicación), entendida como lectura hermenéutica del todo social a través de las expresiones culturales, intelectuales, políticas y de los hábitos de este todo social, que no es otra cosa que nosotros mismos.
El libro se abre con una disertación sobre las raíces culturales del futuro, paradójico título puesto que una de las tesis del libro es precisamente la pérdida de las raíces culturales. ¿Ironía del título, exageración o confianza en la recuperación de dichas raíces?
La paradoja quiere decir que no hay otro futuro que el pasado, del mismo modo que no hay copa sin raíces en el árbol que crece. Lo mejor del mundo futuro está contenido en lo mejor del mundo pasado: se trata de reivindicar ese canon acrisolado por el tiempo, y desconfiar de las banalidades ultramodernas que carezcan de tradición contrastada. Una postura aristocrática, si se quiere, que por su exotismo es ya vanguardia.
En el ensayo, solapas dos temporalidades: por un lado la postmodernidad como expresión de nivelación y relativismo cultural en cuanto al canon se refiere y, por otro lado, el tiempo por Auschwitz como momento en desconfianza hacia la razón ilustrada. ¿reactualiza El hígado de Prometo el discurso adorniano y el discurso bloombiano desde este presente ajeno tanto a Adorno como a Bloom?
Veamos. Tanto Adorno como Bloom reivindicaron el canon frente a la cultura de masas, y en ese sentido solo puedo aplaudir, sí. El ensayo al que aludes, que es el que abre el libro, parte de la sima trágica del siglo XX para llegar a la superficialidad posmoderna que fue su reacción en algún sentido. Pero Adorno explica que el Holocausto fue un fracaso de la razón utilitaria precisamente porque se desgajó del humanismo integral; el remedio no es la frivolidad, sino la cultura profunda, humanística, no meramente técnica.