El péndulo de Fulano

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Instrumento para medir la alternancia política en España.

Una implacable ley del péndulo parece regir la alternancia psicológica de los liderazgos políticos en la España reciente. Al carisma solar de Felipe González le siguió la adustez hidalga de Aznar, al que Zapatero opuso su sonrisa automática, depuesta por el retraimiento celta de Rajoy. Cuya contestación más radical la ejerce el prestidigitador de masas Pablo Iglesias.

No pretendo decir que Iglesias vaya a presidir el Gobierno inmediatamente después que Rajoy, aunque del talento político de don Sánchez cabría esperar ese y prodigios aún mayores, sino que la opinión pública española sigue dominada por su vieja afición al fulanismo. Al hombre aproximadamente providencial que borre el rastro del mandamás anterior, calcinado en el ejercicio del poder, al que ansiamos perder de vista sin preguntarnos si tardaremos menos en reprobar a su sustituto. En lo que va de democracia todavía no se ha marchado de La Moncloa un solo inquilino con el prestigio en pie, más allá de que el tiempo termine redimensionando sus legados. Así vemos cómo todas las virtudes que hicieron a Rajoy deseable hasta la mayoría absoluta -la previsibilidad, la seriedad, la sensatez del gestor frente a la liquidez zapateril- son las mismas que hoy lo vuelven aborrecible, y que a su vez hacen atractivo al pirotécnico Iglesias, tan fecundo en ardides como vacío de experiencia.

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Comentario en COPE sobre este olor entrañable a corrupción

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19 febrero, 2016 · 10:42

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