
¿Grana o más bien rosa?
Preguntado sobre si su marcha al City podría distraerle de su compromiso en vigor con el Bayern, Pep Guardiola ha respondido que él es como una mujer, «capaz de hacer varias cosas a la vez». Luego se ha quejado de que en tres años los periodistas deportivos alemanes apenas le han preguntado sobre fútbol, lo cual es todo un consuelo, porque desmiente la singularidad de la prensa deportiva española: en eso estamos al mismo nivel que la primera potencia de Europa.
Mucho se escribió aquí sobre los atributos femeninos de don Pep cuando entrenaba al Barça, e incluso llegaron a reconocérselos no sólo acreditadas blogueras de moda sino también hirsutos graderíos de la competencia en días de partido. Todos recordamos los ingeniosos cánticos y no es cosa de repetirlos ahora. En todo caso Guardiola fue un pionero de la erotización del fútbol, que hasta entonces era patrimonio de los jugadores y él la extendió a los banquillos. En el añorado duelo Mou-Pep, que pronto se reproducirá en Inglaterra, el luso interpretaba al galán testosterónico de un culebrón mexicano y el catalán a la prima donna de una ópera de Verdi. Qué tiempos. Ya no nos divertiremos tanto hasta que se muera Azorín, según le dijo Raúl del Pozo a Umbral en el velatorio de Ruano.