
«Deprisa, rusito, escóndete».
El caso Cheryshev ya compite en tinta vertida con el Gürtel. Ridículo mundial, han titulado. Joder, joder, diría Bertín. Para el caso es lo mismo. Sólo un consuelo le queda al Real: los ridículos mundiales únicamente están al alcance de los clubes realmente mundiales, de modo que el cosmopolitismo del Madrid sale reforzado de esta crisis, la tercera en lo que va de mañana. Si una comparecencia de Florentino opacó el arranque de la campaña más importante desde la Transición, e incluso desde la Reconquista, no queremos pensar qué pasará a poco que el caso Benzema se ponga interesante.
Pero no sólo los cadistas tienen sentido del humor: también algunos madridistas lo tenemos, sobre todo cuando la situación no deja otra alternativa a la vergüenza. El abuelo de Ussía habría escrito un astracán glorioso con el otoño que lleva el Madrid. Tampoco se trata de negar que existe una campaña contra Florentino, que es tan diáfana como el salón de Bertín, pero sería recomendable que el club más valioso de Forbes dejara de suministrar golosa munición al enemigo o al final habrá que volver a convocar las juntas directivas en Pachá, con Nanín de tesorero.
A uno ya le da igual si echan a Chendo, al rusito o si compramos el Villarreal en represalia. A uno le gustaría que el proyecto de Benítez -a los cuatro meses de asumir el cargo el míster ya presenta dos líneas de ojeras montadas una sobre la otra- pudiera tener la oportunidad que la malaventura le niega cruelmente. Llámese malaventura a Luis Suárez. O llámese falta de inversión en I+D+i: en un fax más veloz o en un wifi bien ancho que permita al medio centenar de empleados de Concha Espina consultar la página de la Federación donde al parecer se notifican cosas. Son ganas de hacerse el muerto mientras el populoso y siempre hambriento antimadridismo eleva el volumen del graznido y echa a volar en círculos.