El autoodio español alcanza tal refinamiento con el correr frustrado de los siglos que ha devenido nota definitoria de nuestra identidad. Lo antiespañol es parte fundamental de lo español como lo es el castellano. Hay pruebas cotidianas, pero en días como ayer la esencia antiespañola desborda el vaso sentimental de España.
No nos referimos ahora a la rampante españolada que con sus pellas perpetraron Mas, Urkullu y Barkos, no por acostumbrada menos infantil. Ni al retorno al ‘postureo’ antisistema del demediado Iglesias, de quien hemos descartado demasiado rápido que se negara a asistir al desfile porque no le dejaban abrirlo, a lomos de una llama andina, ataviado como un Bolívar. O porque sencillamente no tiene traje, estadio político ya superado por Kichi. Sobre Colau, por piedad, callemos.
Me entrevista mi generosa Anna María Iglesia por La granja humana
Comentario en vídeo para COPE del días después de la Hispanidad, y sus complejitos