Carece del encanto suburbial de la tasca Tío Cuco, pero a cambio ofrece escaños en cuero rojo y azul, bancos de madera pulimentada, frescos agujereados por balas de golpista y un coro de 350 gargantas abucheándose con perfecta disciplina. Es el Congreso de los Diputados, McFly, donde ayer se celebró la última sesión de control de la legislatura. Sus señorías formaban corrillos como en el junio tardío de un instituto:
– ¿Y tú adónde te vas de vacaciones?
– Yo, con suerte, al Grupo Mixto…
Los fotógrafos se arremolinan frente a un don Mariano casi en funciones, Soraya estrena tinte moreno -¿pinturas de campaña?- y en el lugar de Irene Lozano descubro a un hipster de portada de dominical. Nueva política, supongo. Abre fuego Aitor Esteban con pregunta sumarísima:
– ¿Qué balance hace de la legislatura?
Así las quiere don Mariano: «Positivo, señoría». El peneuvista introdujo algunos matices: Gürtel y Púnica, recesión y recentralización, ley mordaza y cadena perpetua, más canibalismo que gastronomía. «Y la Y vasca», abrochó Rajoy. De quien Rosa Díez se despidió sin bajar el atizador, llamándole mentiroso de tantas maneras que espoleó al séptimo de caballería popular: ensordecedora pataleta. El presidente no tuvo la piedad deseable frente a un árbol caído:
– Usted está donde está. Para su vida futura le recomiendo un poco de humildad.
Hoy discutimos con Herrera en COPE, en nuestra sección del Parnasillo, sobre la burbuja de la novela negra. ¿Hay demasiado detective suelto? ¿Deberíamos pinchar esa burbuja de modo que parezca un accidente?