Archivo mensual: abril 2013

La ilusión de vender periódicos

Manuel Jabois, aquí de cuerpo entero, pasó fugazmente por Madrid para arreglarse la barba. Precisamente ese día lo había consagrado yo a talarme la melena, con lo que la cita para intercambiar experiencias capilares pareció obligada. Cenamos al tibio crepúsculo de Madrid, que será su Madrid muy pronto, prontísimo. Su primer cometido consistirá en desmentir la condición mitológica que le aureolea, pues por aquí ya cuchicheaban sobre él como los escoceses sobre el ictiosaurio de Ness, solo que en este caso la criatura existe, e incluso se arregla la barba. Ya les dije a Manuel y a Ana que pueden contar con mis pugilísticos brazos para la mudanza. Espero que Ana no se tome la declaración -puramente retórica, nacida de la expansión sentimental- al pie de la letra. Buenas son las mujeres.

Bienvenidos. Se os aguarda para rendir la capital. Tomaremos los rehenes que sean necesarios.

***

Recuerdo vívidamente la impresión lingüística -yo he sido un niño de impresionabilidad lingüística, y lo sigo siendo- que me causó la lectura de la primera crítica taurina. La firmaba Vicente Zabala Portolés en ABC, y me ganó para siempre esa parla ultratécnica pero llena de color, a caballo exacto entre lo científico y lo popular, decantación del miedo y la pericia acumulados por los toreros y por la afición durante siglos. Aquí, una magnífica muestra de mi amigo Márquez. Si la actual crónica política -con su abuso de la prosa teletipesca- profesase la misma riqueza expresiva y parecida atinencia a la precisión, los periódicos se seguirían vendiendo.

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Tú a Boston y yo con la Pantoja

Lo malo del periodismo parado es que el espíritu crítico no se aviene al estatismo y se amarga en el reproche incesante no ya de los hechos, sino de la cobertura que el periodismo activo dispensa a los hechos, y así no hay modo de descansar y de esperar la muerte. Causaron cierto bochorno en amigos míos periodistas –parados, claro, si es que aquel sustantivo no incurre ya en pleonasmo seguido de este participio- los reflejos artríticos, estatuarios, ficticios en suma demostrados por Televisión Española al respecto del atentado de Boston, del que los contribuyentes tuvieron noticia mayormente a través de los programas nocturnos de deportes y las tertulias de la TDT. Lo que es la cobertura se escogió una especialmente opaca, para entendernos, que lo mismo podía haber debajo un atentado que un regimiento de legionarios atracándose de puré de patatas cocido en los fogones de Master Chef.

Del atentado no sabemos pero de las protestas tuiteras sí debió de enterarse el director Julio Somoano, quien al día siguiente destituyó a su subdirectora bajo la peregrina excusa de un mail en que ella denuncia la ideologización de la cúpula de TVE. Uno, oigan, de ser Somoano habría esperado a que la mujer dijese una mentira para justificar el despido, más que nada por apurar la vocación de servicio a la verdad que ha de guiar al ente público. Me gusta particularmente escribir esta palabra, ente, con sus reminiscencias de metafísica tomista, participio de presente del verbo ser que inventaron los escolásticos para definir lo que está siendo. Que no siempre coincide con lo que está pasando.

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17 abril, 2013 · 11:58

Kermesse roja en Alcalá y fascismo de lujo en El Pardo

Está Madrid de un guapo subido una vez que ha estallado la primavera, a pesar de la manifa dominical de rigor. Las manifestaciones han sustituido en las sociedades secularizadas a las misas, de modo que el rito de paso semanal lo cumple el hombre de occidente repitiendo lemas en lugar de salmos responsoriales. Hoy, 14 de abril, la manifa debía celebrarse en favor de la república, naturalmente. Por la calle de Alcalá, entre Sol y Cibeles, unas falanges de tiernos ninis con un sentido de la coralidad digno de mejor causa voceaban consignas perentorias, rabiosamente ajustadas a la coyuntura histórica de España: «¡Partido bolchevique, le pique a quien le pique!», «Madrid se-rá la tumba del fascismo», «¡No pasarán!», «¡A, an-ti, antirrevisionistas!» y otras de pareja pertinencia y densidad conceptual. Me infiltré algo por entre el optimismo marcial de los camaradas, con cuidado de no atropellar ni a los veteranos artríticos del antifranquismo ni a las púberes canéforas del nuevo guevarismo, cuyo marcado rouge de labios resulta indiscernible del de las fans de Crepúsculo, y no podía evitar sonreír con ternura y aun contagiarme de indignación generacional, porque no hay derecho a que estas melancólicas expansiones constituyan el único ocio a que la crisis nos aboque. Estas kermesses heroicas continuarán mientras las autoridades se obstinen en penar el botellón.

Futura zamarra de La Roja.

Futura zamarra de La Roja.

Sabemos que hay dos clases de fascismo, el fascismo y el antifascismo, que la elección ya va en el gusto y temperamento de cada cual, y uno venía de todos modos vacunado de fascismo a secas porque pasó el sábado en El Pardo, el único palacio real de los cinco que hay entre Madrid y Segovia que aún no había visitado. Confieso una querencia natural hacia los palacios, el lujo refinado, las paredes ensedadas, el mármol pulido, los candelabros rococós, los frescos neoclásicos, los tapices flamencos, los camafeos de marfil, las mesas de malaquita, los techos estucados, las cómodas con reloj de bronce sobredorado y la vida aristocrática en suma, aunque temo no ser en nada de esto demasiado original. Pese a haber nacido con clara vocación de príncipe, fácticamente desgrano mis días en un piso céntrico de 30 metros sin calefacción. No se puede tener todo: el deseo y la realidad. En estos momentos, de hecho, he vuelto a constiparme y la nariz me gotea sobre el puto teclado.

English: Royal Palace of El Pardo, Madrid, Spa...

El Pardo, sede de reyes. (Wikipedia)

Al coqueto gusto dieciochesco de su arquitectura une El Pardo su emplazamiento bucólico como el cazadero real que fue y la reserva de monte mediterráneo que sigue siendo, cuyos gamos hemos visto tantas veces desde el tren, aplastando alborozados la nariz contra la ventanilla, de camino al colegio o de regreso de la redacción. Pero El Pardo justifica decididamente la curiosidad cuando se repara en el dato de que Francisco Franco, el general que ganó la guerra, fijó allí su residencia durante 35 años. La visita guiada te enseña el despacho de Franco, el comedor del consejo de ministros de Franco, la alcoba de Franco -con reclinatorio para súbitos rezos poscoitales, imaginamos-, la televisión de Franco -un soberbio ejemplar analógico de 1956 donde comparecerá el pelazo de Hermida si lo encendemos-, el baño pequeñoburgués de Franco. Y en realidad nada de eso era de Franco sino de la monarquía, que está representada en cada centímetro pintado de pared, lo cual efectivamente no parecía incomodar demasiado a Franco, que fue allí un intruso de confortable duración debido al respeto atávico que infunde en este país el eterno concepto de cojonudismo, sea color verde oliva, negro sotana o -más fehacientemente- morado bin laden.

Agustín de Foxá, a quien se deben algunas estrofas del Cara al sol, dejó escrito: «Lo que menos le perdono al comunismo es que me impulsara a hacerme falangista».

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Espada y la venenosa faloides de la leyenda

«La memoria de los diplomáticos europeos que trataron de salvar la vida de las comunidades judías cuajó por esa película. Se trata del mérito de La lista de Schindler y del cine de la historia, en general. La otra cara del mérito son los problemas que tiene cualquier escritor cuando vuelve sobre un hecho que el cine ha narrado y comprueba con desesperación que escribir es corregir»

Esta declaración de intenciones colada in medias res resume tanto el tema como la intención del laborioso libro que acaba de publicar Arcadi Espada. Durante cinco años, el periodista barcelonés, que se ha ganado a pulso la personalización terca del escrúpulo en el discernimiento entre fiction y faction, ha indagado en la gloria poco esclarecida que corresponde a un reducido grupo de inequívocos franquistas, capitaneados por el embajador Ángel Sanz Briz, que se jugó la vida por salvar la de millares de judíos durante el invierno caníbal que en 1944 desató el terror en la capital húngara, gobernada por asesinos de razas y asediada por criminales de clases. Por ese infierno minuciosamente recreado por el cine se movieron Sanz Briz y su equipo de justos –la secretaria Elisabeth Tourné, el abogado húngaro Zoltán Farkas y el judío italiano Giorgio Perlasca– y por aquel escenario semivelado se mueve, separando la leyenda de los hechos, la navaja de Espada para hacer aflorar una verdad histórica mucho menos provocadora de lo que parece: que hubo virtud no ya bajo el franquismo, sino directamente en su nombre. A estas alturas de trayectoria –heredera del talante antisectario de un Chaves Nogales–, al autor le importa poco contradecir la historiografía oficial antinazi que en toda Europa –no sólo en España– ha patrimonializado la izquierda, aunque ello le acarree la incomprensión de los que viven cómodos en la estricta simetría.

Porque En nombre de Franco logra acreditar que hubo «franquistas buenos»: heroicos, de hecho. Que Sanz Briz fue uno de los primeros diplomáticos europeos en alertar con un detallado y puntual informe de la puesta en marcha de la Shoah cuando nadie aún le daba crédito. Que, amparado oficialmente por la cadena de mando que, a través del falangista Javier Martínez de Bedoya, llegaba hasta el mismo ministro de Exteriores, Francisco Gómez-Jordana, usó la condición neutral de España en la contienda para expedir pasaportes españoles a judíos húngaros en trance inminente de deportación a los hornos nazis. Que la jerarquía franquista, evidentemente, no impulsó esta estrategia projudía por meras razones de humanidad, sino por cálculo político, pues su respaldo a las gestiones salvíficas de Sanz Briz se hizo más expreso según crecía la evidencia de que el Eje perdería la guerra. Que Sanz Briz abandonó la legación con el permiso del Gobierno español ante el riesgo cierto de muerte que corría cuando los rojos –a los que había combatido en la guerra civil española– entraran en Budapest, tras asegurarse que 2.295 judíos se hallaban sanos y salvos al día de su partida. Que su sucesor en la embajada, Giorgio Perlasca, continuó la labor salvadora y más tarde quiso atribuirse en los periódicos y en sus libros todo el mérito, encaramando su propia figura sobre la supuesta cobardía del español huido, cuya elegancia personal le impidió en vida blasonar de su gesta y cuya memoria no ha conocido el enaltecimiento debido hasta la publicación de este libro.

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12 abril, 2013 · 13:55

El coherente martirio del cantautor llamado Rodríguez

¿Por qué nos fascina la figura del músico Sixto Rodríguez que el oscarizado documental Searching for Sugar Man acaba de propulsar a los anaqueles más altos del culto pop? ¿Es su biografía o la perfección mítica de la historia -la búsqueda y hallazgo del genio perdido- lo que nos cautiva? ¿Es cierto eso de que el tiempo acaba canonizando a los mejores, que la impostura no se puede sostener, que el talento termina reclamando por sí solo su justo podio? ¿Son los estragos de la publicidad imprescindibles para fundamentar lo mismo una fama que un desprestigio, incluso que un cronopio? ¿Quién es el genio real, el héroe o su exégeta: Belmonte o Chaves Nogales, Aquiles u Homero?

Desde que vi la película no puedo dejar de escuchar las canciones de Rodríguez (Detroit, 1940), cuya efímera carrera musical se ciñe a dos discos, Cold Fact (1970) y Coming from Reality (1971), tan notables en su estricta aportación musical y literaria como estrepitosamente orillados por las mieles del éxito industrial. Con una poderosa excepción: la aldea sudafricana, que se mantuvo extraña e irreductiblemente fiel a las canciones de aquel desconocido cantautor folk de resonancias hispanas y procedencia yanqui hasta elevarlo a la categoría de Bob Dylan del apartheid en una era aún previa a la globalización digital. Rodríguez es, efectivamente, un letrista excepcional y un melodista de primer orden, una apostura icónica y una voz barrial más honesta aún que la de Springsteen. “Lo tenía todo para triunfar”, repiten una y otra vez en la película. Y sin embargo el tipo nacido para superestrella ha vivido como albañil en Michigan toda su vida, ajeno al éxito acotadísimo que cosechara en Sudáfrica, compatibilizando su curro en la obra con la licenciatura de Filosofía, la crianza de tres hijas y una frustrada carrera política por el ala izquierda, como corresponde a todo cantautor protesta que se precie. Ahora es famoso, claro, y aún sale de gira por ahí, pero el hecho cierto es que ya es tarde; que el éxito merecido le ha llegado cuando ya no podía disfrutarlo, y que su historia apuntala con extraña singularidad todas las dudas planteadas en el primer párrafo.

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12 abril, 2013 · 13:09

Entrevista a Ignacio Ruiz Quintano: «En vez de gastar mi tiempo con un psicoanalista o con un tertuliano lo gasto editando en el blog cosas de amigos»

Usted fue unos de los primeros en dar al mourinhismo un calado profundo, visible y público a través de sus artículos en el diario ABC. ¿Fue y sigue siendo una decisión arriesgada de nadar a contracorriente?
R.- Ojalá hubiera contracorrientes en España. Yo no he conocido ninguna. Quizás entre el 77-82, por “dejadez administrativa”, pero me pilló muy joven. El personaje de Mourinho en el Madrid me atrajo desde el principio por lo que tenía de agitación en medio del muermo zapateril de la época. Mourinho irradia inteligencia, y la inteligencia siempre ha sido subversiva en España, donde se cotiza más el listillo.

Ignacio Ruiz Quintano, Catalina Luca de Tena y Enrique Ponce en Bilbao, agosto de 2011.

Ignacio Ruiz Quintano, Catalina Luca de Tena y Enrique Ponce en Bilbao, agosto de 2011.

2) ¿Hasta qué punto se siente involucrado en estas guerras, casi teológicas, entre antis y pro mourinhistas?
R.- Soy incapaz de declararme en guerra. No por pacifismo, que no me gusta, sino por pereza. ¿Guerra contra quién? ¿Contra el pipero que aplaude la expulsión de Adán en el Bernabéu porque se lo han dicho en la radio? Ni hablar. Ceno fuera de casa todos los días. Casi siempre con los mismos amigos. A veces aparece un bobo y empieza a soltar bobadas de José Mourinho o de Enrique Ponce o de Julio Camba o de Hernán Cortés, y entonces me levanto, pago mi parte, y me abro.

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11 abril, 2013 · 10:33

Sueña el rey que es rey

Rubalcaba, nuestro entrañable Fouché comprado en los chinos, se ha declarado partidario de que el Rey pase a tener un estatus similar al de un político, y al decirlo así nosotros no podemos evitar acordarnos del chiste de Jaimito, que hizo novillos de la misa dominical y al regresar a casa le estaba esperando su madre para pasarle el examen:

-A ver, hijo, dime de qué ha ido el sermón.
-Pues… sobre el pecado.
-Y qué ha dicho el cura sobre el pecado, hijo.
-Pues que no es partidario, mamá.

Así pues Rubalcaba no es partidario de que un rey sea rey, y en su deseo de horizontalidad republicana no dejamos de advertir la paradójica incoherencia de un socialista que cree que todos somos iguales pero algunos más iguales que otros, llámense esos otros Chacón o Talegón. Aplaudiremos la ecuación entre política y monarquía de Rubalcaba cuando Rubalcaba disuelva la contradicción entre partitocracia vetusta y pluralismo sedicente.

Y tampoco. Porque someter la monarquía a la Ley de Transparencia es como enviar a los legionarios a luchar a Líbano cosiéndoles en el húmero las tablas del sistema métrico decimal, enseña que según Foxá abanderaría la parva gloria de morir por la democracia.

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10 abril, 2013 · 11:30

La historia de Intereconomía contada por un becario

[Yo no la he escrito, pero busco y no encuentro razones para no dar eco en mi blog a esta historia de Intereconomía contada por un valiente becario. Sobre todo porque no descubro en ella inexactitudes digamos clamorosas, más allá de innecesarios ataques personales. Y porque así me ahorro escribirla yo. Incluye vídeo con intervención sindical a la cámara de un Bustos aterido pero con la mente clara]

Corren malos tiempos para esta profesión. La crisis nos conduce hacia una catarsis que está dejando a su paso varias defunciones y muchos despidos. Cadenas, revistas, agencias y periódicos certifican con su muerte la obligada transformación de un sector embarrancado.

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9 abril, 2013 · 12:39