
Lo primero es reconocer que el guantazo existe. Si llevamos la duda metódica a los extremos del escepticismo digital o de la conspiranoia sistemática, la ciencia moral resulta impracticable. Así que aplicaremos la navaja de Ockham a la hipótesis del montaje para ganar audiencia. Los hechos desnudos postulan a un presentador que asume los afilados códigos de la mordacidad, a una esposa agraviada por esos códigos, a un marido dispuesto a reparar la afrenta al viejo estilo y a la opinión pública mundial dividiéndose entre partidarios y detractores del sopapo. Todo esto sucede en Hollywood, matriz del poder blando americano. A juicio de Chris Rock, quizá no tan blando. Y desde luego, tampoco blanco.