
Encontró un hueco Sánchez en su agenda aérea para aterrizar en el Congreso, que en el corazón del presidente de España ocupa el mismo lugar que Tinduf. Para Sánchez la soberanía nacional emana de su santísimo forro, razón de que se presente en el hemiciclo como Livingstone en una tribu de caníbales: con una suerte de paternalismo victoriano. No le cabe en la cabeza que alguien como él tenga que ir los miércoles a explicar nada, y menos a quedar mal. Porque este miércoles quedó mal. Muy mal. Más o menos como María Antonieta en la galería de los espejos, devorando los pasteles de su propia propaganda mientras afuera al pueblo se le caducan los yogures. Dentro, su corte empieza a cavar los túneles para la huida.