
El primer robinsón que sobrevivió en su isla energética también era español y se llamaba Pedro: Pedro Serrano. Naufragó en 1526 demasiado lejos de la costa de Colombia y demasiado cerca de un islote de diez kilómetros donde pasó ocho años épicos, adquiriendo el aspecto de un salvaje, bebiendo sangre de tortuga marina, masticando cangrejos y rezando para que un barco se arrimase lo suficiente como para divisar las señales de humo del fuego que lograba prender chasqueando guijarros. Finalmente fue rescatado, agasajado por Carlos V y requerido por las cortes de media Europa para oír su historia. Su indiscutible manual de resistencia. En esa vida cipotuda basó Defoe su novela inmortal. Hoy isla Serrana, llamada así en su merecido honor, tiene censados 74 habitantes.