Archivo mensual: diciembre 2017

Odiar a los pobres

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Otro amigo de los pobres.

La Fundéu, donde pasamos pocos pero doctos ratos juntos, ha elegido aporofobia como palabra del año. Es un compuesto griego que vale traducir por rechazo a los pobres y que acuñó Adela Cortina con benemérito propósito de denuncia. Yo se la escuché hace unos años a Jesús Caldera, que andaba por entonces regularizando inmigrantes en el gobierno de Zapatero. Pese a la novedad de su significante, su significado es tan antiguo como la xenofobia o aversión al extranjero, incluyendo al charnego de Tabarnia. Ahora bien, aporofobia, lo que se dice aporofobia, la experimentan todos los bolsillos. Es un recelo transversal que habita en el clasismo de los ricos tanto como en la esperanza de los pobres, que maldicen su condición, y cuyo mayor deseo es dejar de ser pobres. Porque la pobreza no le gusta a nadie salvo a los franciscanos y a los comunistas, dos vocaciones que tienden a desaparecer en cuanto llega la prosperidad. El hedonismo vacía las iglesias y las sedes de partido, pero el comunismo descubrió la manera de garantizarse la vigencia del negocio: fabricar pobres en cantidades industriales para luego correr a socorrerlos. Por eso Maduro es el empresario del año. Se empieza expropiando edificios y se acaba privatizando la democracia. Porque toda propiedad es un robo… menos cuando robas tú.

Esto del orgullo de mandar en la propia hambre, tan cantado por la mala literatura de lucha de clases escrita con buenos sentimientos burgueses, insulta la inteligencia de la famélica legión, que ni quiere ser legión sino individuo, ni quiere seguir famélica sino escalar de clase. Nada asquea tanto como ver a un próspero progresista recetar para los demás la fracasada ideología de la que él mismo se guardó muy cucamente para amasar su fortuna. Ese fariseo que prescribe la vida en Esparta mientras se queda a vivir en Atenas. Ese turista del ideal que lucha por doce causas en pijama, que debería ser el uniforme del tuitero concienciado. Pero hace falta odiar mucho a los pobres para querer salvarlos del capitalismo.

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El bueno (Tabarnia), el feo (Rafa Mayoral) y el malo (Jordi Pujol Ferrusola)

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30 diciembre, 2017 · 11:26

A los que susurra Sananda

JUNTS PER CATALUNYA ACTO EN PARETS DEL VALLÉS (BARCELONA)

Telemisa belga.

En los años 50 vivía en Chicago una señora llamada Dorothy Martin que se comunicaba personalmente con alienígenas. En uno de sus coloquios ultraterrenos le fue revelada la fecha del fin del mundo, que acontecería un 21 de diciembre de 1954. Martin fundó una secta, los buscadorianos, y les confió el secreto que ella misma había recibido de boca del mismo Sananda, dios alienígena, una suerte de Jesucristo alien con el que ella mantenía tan amigables conversaciones, del mismo modo que Dolores Ibárruri se hizo tan devota de Stalin como antes lo había sido de la Virgen de la Begoña.

Doña Dorothy era una oradora persuasiva y sus oyentes andaban sedientos de fe, de modo que la secta se consolidó. Algunos de sus miembros vendieron sus propiedades, abandonaron sus trabajos y se centraron en preparar sus almas para el 21-D de 1954: el día en que el platillo volante de Sananda bajaría del cielo para salvar del apocalipsis a sus elegidos.

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25 diciembre, 2017 · 11:10

La fe de los perseguidos

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Barcelona en Navidad.

Hemos hablado mucho de victimismo últimamente, pero la verdad es que el victimismo empezó en el portal de Belén. La revolución cristiana consiste en un oxímoron cósmico: postular que el Creador puede nacer en una cuadra. Es decir, que el poder absoluto equivale a la humildad absoluta. Esta idea repugna a la razón, a la de los romanos entonces y a la nuestra ahora. Pero la potencia de esta paradoja atraviesa la historia del mundo y perdura lo mismo en su ortodoxia vaticana que en sus herejías laicas, de las cuales el marxismo ha sido la más famosa. La promesa de que el Reino de los Cielos -o la sociedad sin clases- pertenece a los humillados de la tierra sigue vigente entre nosotros desde que los románticos se encargaron de revestirla de la poesía más sublime y de la actitud más desafiante: es romántico todo aquel que canoniza la derrota de sí mismo a manos del orden establecido. Cuanto más derrotado, más invencible es uno. A través de líricos procesos de victimización los pueblos se dotaron de identidad, y de esa identidad doliente extrajeron las fuerzas para ejecutar sus venganzas aplazadas, míticas o históricas, tanto da. Así los hombres inventamos el nacionalismo, que sobrevivió a la posmodernidad, y que hoy se ofrece como cálido refugio a los aterrorizados por la intemperie global.

Por eso votar nacionalista es un acto de fe. No del votante en sus líderes sino en sí mismo, en su identidad amenazada. No es un examen de gestión sino un ejercicio de autoafirmación. Y afirmarse pasa por proclamarse más vencido que los demás. Cuanto más humillado, más reforzado: me atacan luego existo. De ahí el estadio místico alcanzado por el preso Junqueras, y las misas paganas -el amarillo litúrgico de la romería penal es como el morado de la cuaresma- en que el pastor Puigdemont convirtió los mítines de campaña, con el plasma en funciones de altar sobre el que se obra el milagro de la personación del ascendido a Bruselas. Ni Cs, partido eminentemente racional, negará que su triunfo se gestó en las charnegas conciencias de los marginados por el supremacismo.

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23 diciembre, 2017 · 19:37

Madrid ayer, Madrid hoy, Madrid mañana

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Ganar y ganar y volver a ganar.

Solo el Real Madrid -y cuando digo solo quiero decir solo y solamente- es capaz de redondear el mejor año de su historia viniendo de una crisis de juego y resultados. O al menos estaba en crisis hasta que levantó en Abu Dabi su quinto título en el mismo año natural. Ahora deberá confirmar su reacción contra el Barça, por supuesto. Pero lo haga o no, este 2017 debería enseñar una lección sobre la efímera, poco confiable naturaleza de las crisis del Madrid. Sobre la coqueta relación del Real Madrid con el adjetivo «histórico», una promiscuidad que creíamos reservada al periodismo.

El periodismo vive de la actualidad y por tanto tiene prohibida la nostalgia. Hay días nublados en que baja la guardia y se deja impresionar por cualquier suceso mil veces repetido desde que el homo es sapiens, y entonces titula con el adjetivo «histórico». Es una pasión entrañable que el paso del tiempo -antes 24 horas, ahora 24 minutos en lo alto de la home- no logra atemperar. Algo parecido le sucede al Madrid: no se cansa de hacer correr ríos de tinta ditirámbica ni de encelar a los historiadores, pero es que no debemos olvidar que el primer borrador de la historia lo escriben los periodistas.

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19 diciembre, 2017 · 13:52

Manifiesto viejoven

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Creadores de El Ganso.

El fantasma de la juventud recorre Europa. Sus provectos habitantes se obsesionan con permanecer eternamente jóvenes, encomendando su piel al bisturí y su mente a la prensa jíbara de la red social, de la que el intelecto más desarrollado sale reducido a la adolescencia. La veteranía es la nueva lepra. La madurez ya no representa la edad dorada en que la persona consuma su realización: hoy es expulsada de la política, del periodismo y de la publicidad, por no hablar del amor o los gimnasios. El mundo quiere ser joven, te ordena mantenerte joven, te exhorta a parecerlo. Pero se trata de un mandato hipócrita. La juventud no solo está sobrevalorada: constituye la etapa más perversa de la vida, porque se exige imperiosamente para el éxito social mientras se castiga severamente en el mercado laboral. Basta un vistazo a los Presupuestos para concluir que los jóvenes, en el fondo, no interesan a nadie. Y mientras, los viejos siguen generando rechazo. Como diría Lenin, ¿qué hacer? Solo queda una salida: ser viejoven.

El viejoven es un treintañero que no prolonga la adolescencia sino anticipa la madurez. No quiere hacer la revolución sino gozar ya de los placeres reservados a los mayores. No se compra otra moto sino recorre España en una oscura berlina cuyo sistema de navegación memoriza paradores y estrellas Michelin. No recela de la autoridad del Estado sino se resigna a cumplir minuciosamente con Hacienda, en la esperanza de que su dinero pague el tratamiento de una humilde abuela extremeña y no las putas de un corrupto jerarca socialista, pepero o convergente. No admite otra responsabilidad sobre sus errores que el albedrío, ni delega la búsqueda de la felicidad en el Gobierno. Acepta el limitado poder de la democracia para transformar la realidad; y en parte le complace, porque la realidad es precisamente su mejor aliada. Nunca presta crédito a una buena conspiranoia. Y no se victimiza jamás, porque mira fuera del primer mundo y sabe que no tiene derecho a quejarse.

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El bueno (Mercedes Alaya), el feo (Iceta) y el malo (Rodrigo lanza) en La Linterna de COPE

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17 diciembre, 2017 · 13:38

Dimensiones de la conciencia histórica

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Aron.

Durante demasiados años corrió por los círculos de la intelligentsia francesa un malvado chascarrillo: «Más vale equivocarse con Sartre que acertar con Aron«. Quería decirse que la inteligencia fría, insobornable, desapasionadamente exacta del gran liberal judío no podía competir en atractivo con la personalidad arrolladora, magnética y brillante de aquella Juana de Arco laica que fue Jean Paul Sartre. Pero el tiempo pasa, el magnetismo personal muere y quedan solo las palabras, que en el caso de Sartre a menudo testimonian compromisos indecentes con ideologías criminales, mientras que la obra de Aron crece con cada acierto democrático formulado cuando ningún rédito daba formularlos.

A Aron no le desvelaba acumular el glamour del intelectual estrella, sino la responsabilidad social del filósofo: «La filosofía es el diálogo entre los medios y el fin, entre el relativismo y la verdad. El filósofo permanece fiel a sí mismo en la medida en que rechaza el sacrificio de uno de los términos, cuya contradictoria solidaridad caracteriza la condición del hombre que piensa». Sartre pasó de largo entre los millones de muertos sacrificados como puros medios en el altar final de la sociedad sin clases; Aron, como Camus, no los perdió de vista jamás. Equivocarse con Sartre no es más que equivocarse, sin más.

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11 diciembre, 2017 · 16:03

Doña Manolita

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Navidad.

Se acerca la Navidad y hay que hablar de Manuela Carmena, porque la alcaldesa de Madrid brilla con luz propia en estas fechas de cuya naturaleza entrañable ella ya participa, como participan desde siempre las colas en Doña Manolita o los certámenes de villancicos. La carmenada, antes que motivo de indignación o mina de confidencial, constituye ya materia costumbrista, médula galdosiana. Nunca una política tan comprometida con el laicismo ejerció un efecto tan claramente navideño sobre el impersonal automatismo de la metrópoli, por no hablar de los periodistas.

Soy consumidor de entrevistas a Carmena en radio, prensa y televisión. El género me fascina, a pesar de que su planteamiento, nudo y desenlace se resuelve siempre en un flujo único de burbujeante adulación. Y en realidad sobran las razones. Madrid está intervenida porque su Consistorio es incapaz de presentar unas cuentas ajustadas a la ley. Paraliza operaciones en función de su importancia: cuanto más importantes, más paralizadas. Prefiere renombrar el callejero a proyectar calles nuevas. Hipoteca el futuro al rastreo simbólico del pasado y se apropia de causas y orgullos implantados y financiados por alcaldes previos. Recorta la deuda porque no sabe ejecutar el presupuesto si no es comprando ladrillo. Y no ha hecho en suma nada recordable porque antes siquiera de planteárselo debe armonizar las pintorescas militancias de las doce tribus de disidentes del frente judaico popular que integran su sigla.

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11 diciembre, 2017 · 15:55

No estaba muerta, no, no

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Herederos del 78.

El constitucionalismo corre el peligro de parecerse al columnismo según Umbral: el de llevar todos los días flores a su propia tumba. Cada 6 de diciembre nuestros representantes depositan flores al pie de la Constitución, sin reparar en la fúnebre resonancia de su ofrenda, aunque enseguida debemos añadir que ¡todavía! se llevan flores a las mujeres de las que uno se enamora. Eros o Thanatos: he aquí el dilema afectivo de la reforma constitucional. El muerto insigne del constitucionalismo ha sido este año don Manuel Marín, a quien ahora aman todos los compañeros que hace no mucho lo enterraban en críticas. Susana Díaz compareció de negro luctuoso para encarecer su ejemplo -«manchego, español, europeo»- y para pedir una reforma igualitaria de la financiación autonómica, que fue la verdadera protagonista de los corrillos, muy por encima de la constitucional. Entre la identidad y el dinero, los barones lo tienen claro. Lo cual nos hace dudar de que sean cosas diferentes. Uno es lo que da y lo que recibe, como ya sospecharon los fenicios. «Nosotros vamos a coincidir antes con Feijóo o con Juan Vicente que con algunos de nuestro partido», me confesaron los socialistas manchegos con impecable criterio liberal. Porque los derechos, los servicios públicos, son de las personas, que luego van y votan.

Para conjurar el riesgo narcisista y necrófilo de homenajear un texto difunto, Ana Pastor introdujo una astuta cita nada menos que de Cambó en su discurso: «España es una cosa viva, una sustancia». De la cual los nacionalismos serían los accidentes, en pura lógica aristotélica. Yo miraba a Alfonso Guerra, que fue quien puso palabras a aquello que allí nos congregaba, cabeceando discretamente en una esquina. Pastor, flanqueada por maceros -uno de los cuales parecía dirigir un partido de tenis con la mirada, a modo de ojo de halcón institucional-, desgranaba la exitosa transformación de España a lo largo de los últimos 40 años, incurriendo en ese lenguaje como de editorial viejuno sobre el consenso que nos hemos dado y el que todavía nos vamos a dar. Rajoy, siempre pragmático pese a su nebulosa reputación retórica, lo había expresado antes bajo la carpa del patio: «En este tiempo la renta per cápita de cada español se ha duplicado». O sea, cada español es hoy la mitad de pobre o el doble de rico que en 1978. Después de eso, si somos honestos, no habría que desperdiciar una sola palabra más en el examen de la Transición.

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7 diciembre, 2017 · 11:39