Doña Manolita

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Navidad.

Se acerca la Navidad y hay que hablar de Manuela Carmena, porque la alcaldesa de Madrid brilla con luz propia en estas fechas de cuya naturaleza entrañable ella ya participa, como participan desde siempre las colas en Doña Manolita o los certámenes de villancicos. La carmenada, antes que motivo de indignación o mina de confidencial, constituye ya materia costumbrista, médula galdosiana. Nunca una política tan comprometida con el laicismo ejerció un efecto tan claramente navideño sobre el impersonal automatismo de la metrópoli, por no hablar de los periodistas.

Soy consumidor de entrevistas a Carmena en radio, prensa y televisión. El género me fascina, a pesar de que su planteamiento, nudo y desenlace se resuelve siempre en un flujo único de burbujeante adulación. Y en realidad sobran las razones. Madrid está intervenida porque su Consistorio es incapaz de presentar unas cuentas ajustadas a la ley. Paraliza operaciones en función de su importancia: cuanto más importantes, más paralizadas. Prefiere renombrar el callejero a proyectar calles nuevas. Hipoteca el futuro al rastreo simbólico del pasado y se apropia de causas y orgullos implantados y financiados por alcaldes previos. Recorta la deuda porque no sabe ejecutar el presupuesto si no es comprando ladrillo. Y no ha hecho en suma nada recordable porque antes siquiera de planteárselo debe armonizar las pintorescas militancias de las doce tribus de disidentes del frente judaico popular que integran su sigla.

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11 diciembre, 2017 · 15:55

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