
Otro amigo de los pobres.
La Fundéu, donde pasamos pocos pero doctos ratos juntos, ha elegido aporofobia como palabra del año. Es un compuesto griego que vale traducir por rechazo a los pobres y que acuñó Adela Cortina con benemérito propósito de denuncia. Yo se la escuché hace unos años a Jesús Caldera, que andaba por entonces regularizando inmigrantes en el gobierno de Zapatero. Pese a la novedad de su significante, su significado es tan antiguo como la xenofobia o aversión al extranjero, incluyendo al charnego de Tabarnia. Ahora bien, aporofobia, lo que se dice aporofobia, la experimentan todos los bolsillos. Es un recelo transversal que habita en el clasismo de los ricos tanto como en la esperanza de los pobres, que maldicen su condición, y cuyo mayor deseo es dejar de ser pobres. Porque la pobreza no le gusta a nadie salvo a los franciscanos y a los comunistas, dos vocaciones que tienden a desaparecer en cuanto llega la prosperidad. El hedonismo vacía las iglesias y las sedes de partido, pero el comunismo descubrió la manera de garantizarse la vigencia del negocio: fabricar pobres en cantidades industriales para luego correr a socorrerlos. Por eso Maduro es el empresario del año. Se empieza expropiando edificios y se acaba privatizando la democracia. Porque toda propiedad es un robo… menos cuando robas tú.
Esto del orgullo de mandar en la propia hambre, tan cantado por la mala literatura de lucha de clases escrita con buenos sentimientos burgueses, insulta la inteligencia de la famélica legión, que ni quiere ser legión sino individuo, ni quiere seguir famélica sino escalar de clase. Nada asquea tanto como ver a un próspero progresista recetar para los demás la fracasada ideología de la que él mismo se guardó muy cucamente para amasar su fortuna. Ese fariseo que prescribe la vida en Esparta mientras se queda a vivir en Atenas. Ese turista del ideal que lucha por doce causas en pijama, que debería ser el uniforme del tuitero concienciado. Pero hace falta odiar mucho a los pobres para querer salvarlos del capitalismo.
El bueno (Tabarnia), el feo (Rafa Mayoral) y el malo (Jordi Pujol Ferrusola)
¿Y a mí que la celebrada escena de a perro suelto perro agarrado del carrito en Viridiana me pareció el epítome de la vileza del cine español? También he pensado luego que es normal: Buñuel el señorito de pueblo ordeñando a su madre y hermanas hasta última hora, Berlanga señorito también (aunque la escena de la caravana de cadillacs pasando como comitiva que lleva el diablo del pueblo de Bienvenido Mr Marshall, esa sí, seguiría provocando hilaridad suficiente para perdonar el gusto por la astracanada de su autor) ¡Los surrealistas petimetres en masa! Los teóricos comunistas y la morralla que pretende tal condición la justa justica encarnación del Lumpen tan despreciado por ellos mismos…Los pajama boys (supongo que los lectores conocerán la foto de un tal que apareció en la prensa norteamericana) expuestos como un mojoncito alternativo …Vamos, no tienen media [lángida] bofetada todos ellos. Dádme mejor un pobre con conocimiento de causa y entonces haremos un simposio como Platón manda.
Otrosí digo ¿Porqué no se van a Ibiza todos los adoradores de Mamón? Como aquella actriz de teatro de fines de los sesenta que, una vez acabada la temporada, se iba a esa isla a realizarse a sí misma. Leído en una revista de carrusel vacaburra, me juré intimamente que cuando fuese mayor me haría bujarrón hardcore antes de ser ESO o nada lejanamete semejante. El problema es que en la inventiva isla hace tiempo que aceptaron personajes como el que yo me figuraba poder ser. Eso sí, realizarse a sí mismos….Aristóteles antes que algún colgado de los sesenta es buena idea. No, creo que es más propio navegar el mediopelo que probar sus ricos. Ya lo hice en un viaje de estudios y no, gracias.