
FMI: el mundo nunca es suficiente.
Se pasa uno los días pontificando contra el populismo. Advirtiendo de su tramposa estrategia de confrontación entre pueblo virtuoso y elite perversa. Discutiéndole la propiedad política de los sentimientos -no hay emoción superior a la libertad-, condenando su resentimiento fratricida y sometiendo sus apocalípticos diagnósticos al desmentido cotidiano de la cuarta economía del euro. Y llega doña Lagarde, del Fondo Monetario Internacional, se chupa su gélido dedo, lo levanta al viento y sentencia: «El momento populista ha pasado. Ya pueden proceder a congelar las pensiones y fomentar la privatización».
Si doña Lagarde se piensa que la victoria de Macron cierra el ciclo en que vivimos peligrosamente es que no se ha enterado de nada; trastorno autista, por lo demás, de lo más prevalente entre los culos afelpados del FMI. Es justamente ahora cuando la democracia liberal bienestarista se la juega porque, como enseña Escohotado -que ha escrito la historia entera del anticapitalismo-, las revoluciones se hacen siempre en tiempos de prosperidad: no en las crisis sino al salir de ellas, porque unos salen mejor que otros, que es lo que indigna.
Una entrevista de Carlos Barragán donde prescindo un poco del pudor