
Es capitalista, solo que aún no lo sabe.
Este concejal ya célebre, Zapata, que se va de Podemos harto de tener que compartir su soldada con las insaciables bocas del activismo zurdo. Le exigían una cuota específica para financiar el partido de Iglesias, pero él pretextaba que ya contribuía a su facción propia dentro de Ahora Madrid. La cosa se resuelve en expediente y baja, y con suerte y tiempo en epifanía liberal.
Que un comunista tenga una relación conflictiva con el dinero es tan lógico como que un puritano la tenga con el sexo. Todos nos obsesionamos con aquello que nos prohíben. Freud dedicó su vida a tasar el precio subconsciente de la convivencia social, que paga el animal humano con la moneda cara de los deseos reprimidos. Luego cada cual gestiona como puede los desajustes entre sacrificio y gratificación.
El bueno (Javier Fernández), el feo (Zapata) y la mala (Carmena) en La Linterna de COPE
El Debate de TVE de esta semana: Miguel Ángel Blanco, Venezuela, salarios y más
Sospecho que soy rehén de eso que llaman ‘estetización de la política’. Viendo al tipo de la foto se pregunta uno dónde se formarán tales Bakunines lowcost. Como oir a alguien del tipo de Margarita Robles: le chirrían a uno los oídos. O ver la foto de hombre de la selva de Monedero. O el mojoncito de todo esto, Iglesias, con su excipiente de mataos y matás. ¿Cuánto durarán?
Temo que sea radicalmente falso que el comunista tenga «una relación conflictiva con el dinero», pese a la educada ironía que rezuma la frase. Tal es el aprecio de la horda zurda por el vil metal que el propio Marx hubo de construir un fantasmal armazón (para escamotear del razonamiento y de la vista el valor insustituible del capital y su posición de dovela en el mundo) al que llamó superestructura. Y resulta del todo enternecedor el mimo con el que el concejalillo de hoz y rastrillo acoge en su amplio seno fiscal los impuestos que a fuerza de ideario redentor extrae de las manos del pequeño comerciante con el fin de seguir alzando las calzas postizas del superestructural fantasma marxista. ¿Deberíamos mencionar acaso la fruición con la que llegado el plazo abre la fuente sacramental de la subvención ideológica, la manumitida liberalidad con la que rebaja el límite de las cantidades asignables por concurso para amortizarlas con discrecionalidad, o cómo en los villorrios-dormitorio de Levante (y supongo que en otros más castellanos) disponen del caudal ajeno para sufragar lo que llaman «patrullas ciudadanas» o algo peor, parejas de alguaciles ideológicos que patrullan la calle Mayor espiando y corrigiendo si uno no habla bien, por decir, el Valenciano Forense (hay quien lo llama oficial, santa simplicidad), hay que señalar también…?
Ustedes dirán que anda uno errado porque en eso, y todavía en más, nada distingue al pijillo redentor de la Complu del funcionario sociata o del descreído popular, y tendrán toda la razón: después de tres decenios de absoluto derroche estatal (en sus múltiples y arruinados estratos) y corrimiento ideológico y práctico hacia la parte zurda del espectro casi lo único que distingue a las facciones que nos gobiernan es su vestimenta, como con tanto acierto arriba se apunta; pues la zurda miseria pecuniaria que reina sobre España ha sido criada a fuerza de impuestos por quienes hasta ahora nos han gobernado. Negligencia culpable creo que se llamaba el caso en lenguaje derecho, cuando no abierta complicidad. ¿Justifica eso el advenimiento de una redención tan vetusta, ruinosa y sangrienta (allí donde se ha instaurado, en Albania sin ir más lejos, en Alemania de Este, en…) como la que patrocina la hoz y el rastrillo en España? Sería de necios pensarlo. O de cómplices.