
No sabemos cómo le llamaban las putas en la frecuente intimidad que compartían. Sabemos que era tito Berni para los amigos y diputado Fuentes Curbelo cuando tocaba votar a favor de abolir la prostitución, pero nosotros le llamaremos simplemente Juan Bernardo. Nos interesa el hombre detrás del alias. Queremos acceder a los contornos precisos de su carácter, calibrar los ricos matices de su psicología, catalogar el material inédito del que está hecho el extraordinario ejemplar humano que nos ocupa. Alguien capaz de declarar, ante el primer micrófono que le pusieron a la salida del juzgado tras pasar 48 horas en el trullo por la imputación de cinco delitos distintos: «Tengo la conciencia muy tranquila». Alguien que, obligado a dejar el acta de diputado porque sus fotos delatan a un aplicado figurante de Gomorra, todavía se despidió de sus compañeros de bancada con este mensaje: «Gracias por los buenos momentos. Me tienen en Fuerteventura para lo que necesiten. Un abrazo enorme». Y firmó como presidente de la asociación de amigos del carnaval. Un hombre así merece una etopeya rigurosa, un estudio moral muy detenido, y seguramente un anticipo jugoso por la madre de todos los libros de autoayuda.