
Que el centrismo de Feijóo va en serio la izquierda lo empieza a comprender más tarde, pero hay una derecha que ya se ha enterado. Y está reaccionando con ademanes de cólera elocuente. ¿Por qué cabrea tanto al voxero la cara de moderación de Borja Sémper? ¿Por qué le ofende que Feijóo aleje al PP de las posiciones más conservadoras en lo moral y compita con el PSOE en la captura de banderas sociales y en la reivindicación del feminismo y la sostenibilidad? El voxero debería celebrar esta deriva liberal del PP a poco que se detuviera a analizarla; primero porque la única posibilidad de que Vox pinte algo en el futuro de España exige que pueda sumar con un PP crecido por atracción de voto de su izquierda; y segundo porque la ocupación popular del centro preserva el coto de caza de Abascal como reserva espiritual de lo muy español. Donde hace daño la estrategia moderada de Génova es en Ferraz, cuya oferta política se ha escorado sin remedio de la mano radical de Podemos, ERC y Bildu. Sin embargo, estos razonamientos demasiado cerebrales ceden ante los estallidos de desprecio o las acusaciones de tibieza que en la derecha más aguerrida despierta el nuevo PP. Y quizá ni Vox ni el PP estén interpretando esa emoción ciudadana como lo que es: un piropo invertido.