
Dice Daniel Kahneman que la forma más fácil de alterar el comportamiento de las personas es alterar su ambiente. Pongamos que un presidente del Gobierno que va a la baja en las encuestas tiene un año para remontar, o al menos para no perder tantos votos que su reelección se vuelva aritméticamente imposible. Pongamos que ese presidente acaba de recibir tarjeta amarilla del árbitro constitucional por una fea entrada de su partido en el Parlamento. Pongamos en fin que este político en apuros debe su puesto a un puñado de delincuentes, a los que a cambio ofrece impunidad despenalizando los delitos por los que fueron condenados, mientras 114 violadores y pederastas han sido de momento beneficiados por otra reforma garrafal. ¿Cómo puede aspirar este político a que le voten en masa?