
El último maldito de la tele no ha encontrado todavía redención, pese a que muchos vivieron después de imitar sus atrevimientos. Cruzó cada noche el río de la irreverencia. Prohijó a Gistau y guerreó con Pedro J. Padeció a fondo la persecución del cuché. Lideró todas las listas negras como había liderado las audiencias. Bajo su barba de forajido de western conserva la voz profunda del comunicador hipnótico. Pepe Navarro (Palma del Río, 1951) rompe al fin su largo silencio para denunciar la paz del cementerio catódico español.
¿Cómo conociste a David Gistau?
Creo que fue en 1997. Habíamos terminado el Mississippi y empezábamos La sonrisa del pelícano. Él era uno de los candidatos a guionista que había presentado trabajos y le escogimos. Y desde el primer momento hubo una cierta compenetración. Él nunca había hecho televisión y el equipo era casi nuevo porque Telecinco se quedó todos mis guionistas menos un par, así que tuve que montar otro equipo.