
No dejo de pensar en la frase que me dijo el otro día Nicolás Redondo Terreros: «La Transición no fue un producto de nuestra historia sino de nuestra voluntad». Hasta aquel hito del optimismo de la voluntad había gravitado sobre nuestra historia ese fatalismo de la experiencia -asonadas, guerras, dictaduras- que hizo escribir a Gil de Biedma (Blas Otero para los amigos) los versos famosos: «De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal». Pero ese poema no expresa la asunción de los males de España como una metafísica, como una condena inexorable y tentadora porque absuelve a los culpables concretos, sino la convicción liberal de que la desventura del país obedece a los vulgares negocios de su mal gobierno. Claro que para saber eso hay que leerlo entero, actividad que Sánchez no practica ni con su tesis ni con sus programas ni con sus leyes.