
La paciencia del andaluz es legendaria. El andaluz lo ha aguantado todo desde tiempo inmemorial: el calor, el olvido, la corrupción y los tópicos. Sobre todo los tópicos, carga intolerable que no han tenido más remedio que convertir astutamente en una industria. Este aguante milenario -que solo los necios o los nacionalistas catalanes, pleonasmo, confunden con resignación- ha cristalizado en aportaciones incalculables a la cultura occidental: el flamenco a la música, el gracejo al humor y el senequismo a la filosofía, por no hablar del toreo. Pero la paciencia del andaluz se ha terminado. El clamor que se eleva de las urnas abiertas un junio de 2022 en la región más poblada de España dice: ya no aguantamos más.