Billetes quemados

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Lamento del héroe.

Por partidos como este el madridista se convence de que el juego es una bagatela para pedantes comparado con el triunfo. Bien está el sufrimiento para que al confundido aficionado blanco nunca más le vuelvan a tentar las sirenas de la posesión, el control, la belleza del rondo y la estólida ambición de tocar bonito. Todo eso lo hizo el Madrid en el Bernabéu muy por encima del presunto titular de esa soberanía, y para qué. Mientras lo hacía fallaba ocasiones con lujuria, ocasiones que fueron como los fajos de billetes quemados con que Pablo Escobar se calentaba en las noches de fuga. Al Madrid dale goles como títulos y llámale luego lo que quieras. Pero a golpe de hermosos casis no puede sobrevivir en la cima de la cadena trófica.

De qué sirvió que Vinicius, con 13 años menos que Messi, superara con tanto descaro al argentino inédito. De qué sirvió su negro peligro, aquella jugada en el 67 en que sentó a tres defensores, si cuando tiene que disparar se pregunta quién ha puesto ahí tres palos para impedirle seguir corriendo. De que sirvió levantarse tras cada contra azulgrana premiada con goles baratos. Sí: la afición sabe que este Madrid puede ganar a este Barça, pero esa certeza es un cheque que su juego extiende y que su ataque no puede pagar. ¿Cómo se olvidó el Madrid de meter goles? ¿De fichar a asesinos competentes? El Barça tiene a un Suárez que primero marca y luego se pone a jugar. Es la clase de personas odiosas que deben vestir de blanco.

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28 febrero, 2019 · 11:21

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